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Erase Una Vez

Tic... Tac...

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Resulta que me veo andando a través de las manecillas de un viejo reloj de péndulo, y cada vaivén del disco dorado se me clava en las carnes (Tic...eres viejo, Tac...qué viejo eres). Y no se lo reprocho. Mis carnes deben parecerle un exquisito manjar porque me duelen sus abusos, o tal vez tenga envidia de los cuerpos sanos y se empeña en perjudicarlos con pequeños dolores. (Tic...dolor de huesos, Tac...amargo lumbago).

Sin embargo he de reconocer lo grandes amigos que hemos sido, el consuelo que era para mí abandonarme a sus latidos cuando despertaba en mitad de una noche de pesadilla (Tic...hola, estás conmigo, Tac...sólo son sueños malos). A veces nos mirábamos de reojo, y la culpa la tenía el maldito horario rutinario y pesado que me acusaba cada vez que llegaba tarde a clase (Tic...tienes tiempo, come tranquilo, Tac...llegas tarde, sal ya). Luego, con las reformas que hicieron mis padres, se vio relegado a otra habitación menos importante de la casa. Pero yo lo seguía visitando porque era generoso y siempre me daba más campanadas de las que le correspondían. Todavía me acuerdo de aquella vez que lo vitoreamos mis hermanos y yo porque escuchamos a las doce de la noche 105 sonoros y profundos ecos (Tic...gracias, Tac...no me abandonéis).

Cuando a cada hermano le tocó vivir su vida y nos llevamos en las maletas nuestra presencia, mi amigo el reloj comenzó a desquiciarse. Adelantaba, atrasaba, daba campanadas a destiempo, se paraba recién dada la cuerda y se negaba a funcionar. (Tic...no estoy enfermo, Tac...estoy muy triste). El colmo fue cuando llevamos a nuestras respectivas parejas a casa y se quejaron de que a las tres de la mañana decidía entonar sus sonoros y profundos lamentos o más aún, de que el paso del tiempo les impedía dormir. Ante tanta queja y disfunción, le forzamos a que pusiera paréntesis al tiempo, al menos cada vez que hacíamos noche allí, (Tic...no me paréis, Tac...dejadme caminar).

Fue entonces cuando creo que tomó cartas en el asunto de nuestros achaques, de nuestras pérdidas de memoria, de nuestras caídas de cabello, de nuestras arrugas, en fin, de nuestra evolución a peores cuerpos, distintos pensamientos y corazones más duros.
Pero no puedo reprochar al tiempo su paso por mi existencia, por eso, porque hicimos mal dejando de hacerlo imprescindible en nuestras vidas.

4 comentarios

mox -

Muralla es lo que le ocurrió mas de una vez a mi esposa,hasta que lo tuvimos que parar para descansar.
Un abrazo abrazao
Ess, y qué mejor utilidad se le puede dar al tiempo que hacer la vida inmaterial e inmortal. No se me ocurre ninguna.
lunaaa Hubieras tenido que escuchar cuando el reloj tocaba tropecientas mil campanadas :-).
Un besazo..

lunaaaaa -

.......ese reloj...habla.....tic...tac...lo estoy oyendooooo....
Precioso Relato.

Essss -

nos cuesta aceptar su limitación, que cada tac es otro, que cada tic es uno menos.
Pero en definitiva el tiempo es nuestro invento, Cronos que devora a sus hijos.
prefiero sentirme inmaterial e inmortal de la misma forma que la brizna de hierba que se renueva cada otoño.

muralla -

Me encanta este reloj tuyo.
Precioso relato...
Me recordó una fría nocje de verano en Jaca, donde un reloj de pared me ayudó a sentir más el frío con sus campanadas, porque cada vez que casi conseguía dormirme, él volvía a despertarme.
Gracias por traerme el recuerdo de unos hermosos días...
Un abrazo. Muralla