El presentador
Soy presentador.
Ya desde pequeñito jugaba a presentar las noticias, a leerlas con mucho énfasis en la parte más interesante, a medio aprendérmelas e inventar un texto no escrito pero que, dicho desde mi convencimiento, conseguía más fuerza, y, por supuesto, a mirar con intensidad a las imaginarias cámaras.
Creé una muletilla cuando presentaba una noticia de injusticia social ("Y esto me puede"), hacía siempre los mismos gestos cuando daba paso a los vídeos o a reportajes (dibujaba una gran "O" con ambas manos y acababa señalando a la cámara lateral). Además daba pequeños golpes en la mesa con las palmas abiertas cuando estaba indignado, sonreía irónicamente enarcando una ceja cuando leía una curiosidad, e incluso aplaudía sosegadamente aprobando con la cabeza delante de un premio, un buen gol, un juez que impartía mi justicia o el anuncio de una buena película en la cartelera.
Creé un estilo. Vivía únicamente para mi estilo. Mi estilo era la meta de mi vida.
Y ahora, ya de mayor, cuando me pongo delante de la cámara, amplío todos los registros que puedo para afianzar mi propio estilo de comunicar, y por ende mi vida: abro enormes ojos de sorpresa, hago preguntas con la mirada, aprieto puños de solidaridad, niego imposibles con la cabeza, entrechoco las manos de alegría, en fin... que con mi estilo he conseguido cierta fama e incluso que algunos imitadores me parodien.
Sin embargo, he de confesar que hace algún tiempo estuve en punto muerto, al borde de tirar la toalla. Parecía que se me habían agotado todos los gestos, todas las muletillas, todas las miradas a cámara y recurría continuamente a los intuitivos de la infancia, a los de la fantasía creativa que tenía de niño... hasta que se me acabaron también. Casi hago una locura cuando me quedé sólo delante del reborde de aquel acantilado.
Por suerte, cambié un viaje en el vacío por ver, ya de regreso en casa derrumbado en el sofá, un programa de televisión en donde actuaba en esos momentos uno de aquellos imitadores que me duplicaba los gestos.
Me enfadé con sus exageraciones que rayaban el ridículo, con su peinado estrambótico y sus excesos de maquillaje que criticaban mi aspecto presumido. Y luego hubo algo nuevo, un giro, un gesto fresco, inédito, algo que podía utilizar de verdad en las noticias y me levanté de golpe del asiento y comencé a practicarlo. Hubo muchos más que anoté con lujuria en una puerta de escape que en ese instante se me abrió.
Desde entonces no me pierdo ningún show de imitadores. Incluso declaro que me enfado con los imitadores para conseguir que me imiten más y recoger ideas nuevas que lancen.
En estos momentos estoy imitando al imitador que me imita, que recogerá estos mismos gestos para volver a imitarlos y, si tengo suerte, para crear un gesto nuevo que imitaré yo. He vuelto a la vida , a la sonrisa, a recrear mi estilo, aunque sea a costa de reimitar la imitación de mi estilo.
4 comentarios
mox -
missing -
Habrá que burlarse mucho de alguien a ver si se decide a hacer lo mismo, o hacerse profesor que los alumnos en eso de imitar no tienen precio!
mox -
Un beso de cuerdas vocales de lokura
lokura -