Camaleón
Ayer, cuando me iba a la cama, tropecé con un disfraz de camaleón en el comedor. Nadie lo había visto durante el rato que estuvo desparramado en la alfombra. Claro, porque ¿quién, en su sano juicio, puede ver un traje de camaleón? Y si suponéis que me lo probé acertáis. Era de la talla XL, de esos que ceden y se ajustan, y aunque me venía un poco estrecho, empeñándome y batallando un poco con la barriga, me lo enfundé. Mi mimetismo era total y aunque estoy acostumbrado a ser invisible para las mujeres por tener más de cuarenta años, comprobé la invisibilidad del disfraz ante un espejo y aquello superaba todas mis sensaciones anteriores. Sencillamente yo era un camaleón perfectamente invisible.
Lo primero que hice fue abrir la ventana del patio de luces, caminar boca abajo por las paredes y entrar en el piso inferior. Para descender, las uñas se clavaban con agilidad en el yeso buscando automáticamente el resquicio, el agujero o la pequeña grieta, y la velocidad de bajada era asombrosamente alta. Aún así, lo mejor de todo era la visión panorámica que me proporcionaba el traje. Al principio, el cerebro se confundía porque no lograba compaginar la información independiente que recibía de cada uno de esos ojos saltones, pero una vez acostumbrado aquello era como estar en un cine imax.
Así que con mi visión periférica no había cucaracha, hormiga ni moxca (cojonera o no) o mosquito que se me resistiera, y durante el breve camino al piso de abajo, cené copiosamente sin poder resistirme al impulso cazador de mi larga lengua.
Cuando entré en casa de los del primero, lo primero que vi, fue el primer plano de una pareja haciendo el misionero. La cara de la vecina era todo un poema porque espasmódicamente se arqueaba, alzaba las piernas y abriendo mucho la boca y cerrando muy mucho los ojos quería gritar pero no lo hacía. Y es que Segundo, el vecino del segundo, le seguía la corriente a gritar callando. No había colchón de muelles sino de látex, por lo que una tumba sonaba igual. Así que cuando se escuchó el vuelo cansino de una moxca aterrizando en el culo de Segundo, en un visto y no visto, un chasquear de mi lengua significó una moxca en mi estómago y un latigazo en el susodicho culo con un gritar de aullido, severo pero satisfecho, de una manada de lobos. Como todo se contagia, la vecina no se pudo dominar y gritó a los cuatro vientos su placer descontrolado.
Camaleón mas asustado nunca se vio y como hacemos todos los cobardes, regresé de estampida al lugar de origen, con la mala fortuna que no entré a mi casa sino que, desorientado por las prisas, lo hice a casa de Segundo, el vecino del segundo, y más concretamente a su dormitorio, y del que tuve tiempo de ver salir con el rabo y la ropa entre las piernas, desnudo como Adán, a Prímulo, el vecino del primero y a mi vecina del segundo con imaginaos qué cara de circunstancias.
Noches posteriores investigando en la idiosincrasia del edificio até y desaté nudos de felicidad e infidelidad, y di consejos dejados caer aquí, acá, allá y acullá con lo que conseguí una distribución de la población más acorde con la sinceridad de los sentimientos. Y así, es un orgullo oír el látigo de vez en cuando en el piso de Segundo o unas carreras locas en el piso de Prímulo.
Ahora estoy en las páginas amarillas anunciándome como consejero matrimonial ecológico, el único en desinsectar edificios enteros por depredación natural, sin productos químicos, a la par que corrige las situaciones de estrés sexual de comunidades vecinales nivelándolas y redistribuyéndolas.
Cobro en negro y ojalá no me pille Hacienda, aunque si lo hiciera, cuento con lo invisible de mi traje de Camaleón.
11 comentarios
coco -
Aiguamel -
Gracias por leerme y estar ahí.
lokura -
Arca -
Enga, que estás un poco vaguete,a ver si te pasas por aquí y nos dejas alguna de tus historias pequeñitas y sabrosas.
Que ya hay hambre, hombre
Un abrazo muy grande
mox -
Manuela, jeje, lo de invisible pero no para tí, lo dices ¿porque me has visto camaleoneando por ahí, porque no te importan los cuarenta o porque eres Hacienda? ;-))
Manuela -
Muchos saludos, hombre invisible (aunque no para mí).
lokura -
Te mando un beso enorme.
mox -
Y si falla, les pondremos un esparadrapo en la boca (y me imagino que como vecina solidaria me ayudarás).
En cuanto a la foto, ni idea. Son de esas que te gustan y te bajas y que como fue al principio, en la época de navegar y descubrir, de descubrir y navegar, simplemente me la quedé sin caer en la cuenta de que al menos debería citar a su autor cuando alguien me preguntara. Lo siento.
Aiguamel, hecho. Pero antes de que vaya, practica eso de hacer oidos sordos a las palabras necias. Y ya veremos lo de repartir el mundo, que me interesa.
missing -
Besos.
AiguaMel -
missing -
Gracias y... la factura a su señor marido.
Besos.