Cuento con ventaja II
Viene del 29 - 5 - 05
Lola siguió hablando como si su cuento no fuera especial, como si no supiera que la vida de sus personajes dependía de sus palabras y como si no supiera que si los embarcaba en mil y un vuelos era porque en realidad ellos lo habían escogido así.
Coco escogió volar hasta la isla en un tanga de leopardo creyendo acudir a una cita secreta. Lunaaaaa en cambio recurrió a su corazón dorado de diamante y cuando aterrizó en la isla, sus reflejos cálidos compitieron con los rayos del sol. Malasanta simplemente hizo un viaje astral y se materializó en la orilla de la playa Todavía conservaba el calor del abrazo de una niña pequeña al darle el beso de buenas noches. Rosi se subió a lomos de su canción más querida, que al mismo tiempo le servía de poema-almohada y llegó en suave sueño. Lu, navegó por debajo de las dunas, por encima de las nubes y entre dos mares y apareció radiante cubierta de pequeños pétalos rojos, obsequiando con exquisitos besos marinos. Amélie visitaba una exposición en una galería cercana a casa y descubrió un cuadro de colores que le guiñaba los ojos cómplices. No lo pensó dos veces y se introdujo en él porque quiso descubrir si sus sentidos le decían la verdad sobre aquellos colores.
Lola me explicó que todos se conocían de vista, pero que nadie había hablado con nadie. Por eso los presentó.
Se sentaron cómodos a contemplar el atardecer y, sin esfuerzo, hablaron hasta el amanecer, de sus vidas, de sus vidas inventadas y de los miedos que mordían sus sueños. Danzaron sinceros y aligeraron sus almas. Y entonces se enteraron de la historia del Barco que Siempre Espera, y decidieron buscar tesoros entre risas curiosas y deseos atrevidos.
Lola eligió bien el camino porque avanzando entre senderos difusos cruzaron rápidamente la isla. Al fondo, brumas de desayunos, espejos empañados de sudor, promesas de calor frías y el Barco que Siempre Espera.
Se miraron, sonrieron y reemprendieron la caminata, esta vez a través de un campo yermo, con polvo pesado y huellas profundas que rompían la fina película de un mar de barro ya resquebrajado. No avanzaron ni cien metros cuando mil y un agujeros de bocas hambrientas pobladas de colmillos de tigre tan fieros como hermosos rompieron la tierra reclamando algo más que un tributo de sangre. Coco les dio hasta su vida cuando se arrojó de cabeza al agujero más grande y sin embargo bellamente siniestro que divisó. Al momento el ataque se detuvo y las bocas se transformaron de nuevo en barro seco.
Y de pronto, un sonido parecido al de un escupitajo desde el centro del mundo. Algo que volaba y caía como un vulgar escupitajo. Un tanga de leopardo con patas de elefante, alas de gallina, cuerpo de mujer y cabeza de hombre envuelto en babas pegajosas. Se les heló el alma. Prefirieron ignorar. Siguieron su camino rápidos, no fuera que el barro tuviera más hambre.
Coco escogió volar hasta la isla en un tanga de leopardo creyendo acudir a una cita secreta. Lunaaaaa en cambio recurrió a su corazón dorado de diamante y cuando aterrizó en la isla, sus reflejos cálidos compitieron con los rayos del sol. Malasanta simplemente hizo un viaje astral y se materializó en la orilla de la playa Todavía conservaba el calor del abrazo de una niña pequeña al darle el beso de buenas noches. Rosi se subió a lomos de su canción más querida, que al mismo tiempo le servía de poema-almohada y llegó en suave sueño. Lu, navegó por debajo de las dunas, por encima de las nubes y entre dos mares y apareció radiante cubierta de pequeños pétalos rojos, obsequiando con exquisitos besos marinos. Amélie visitaba una exposición en una galería cercana a casa y descubrió un cuadro de colores que le guiñaba los ojos cómplices. No lo pensó dos veces y se introdujo en él porque quiso descubrir si sus sentidos le decían la verdad sobre aquellos colores.
Lola me explicó que todos se conocían de vista, pero que nadie había hablado con nadie. Por eso los presentó.
Se sentaron cómodos a contemplar el atardecer y, sin esfuerzo, hablaron hasta el amanecer, de sus vidas, de sus vidas inventadas y de los miedos que mordían sus sueños. Danzaron sinceros y aligeraron sus almas. Y entonces se enteraron de la historia del Barco que Siempre Espera, y decidieron buscar tesoros entre risas curiosas y deseos atrevidos.
Lola eligió bien el camino porque avanzando entre senderos difusos cruzaron rápidamente la isla. Al fondo, brumas de desayunos, espejos empañados de sudor, promesas de calor frías y el Barco que Siempre Espera.
Se miraron, sonrieron y reemprendieron la caminata, esta vez a través de un campo yermo, con polvo pesado y huellas profundas que rompían la fina película de un mar de barro ya resquebrajado. No avanzaron ni cien metros cuando mil y un agujeros de bocas hambrientas pobladas de colmillos de tigre tan fieros como hermosos rompieron la tierra reclamando algo más que un tributo de sangre. Coco les dio hasta su vida cuando se arrojó de cabeza al agujero más grande y sin embargo bellamente siniestro que divisó. Al momento el ataque se detuvo y las bocas se transformaron de nuevo en barro seco.
Y de pronto, un sonido parecido al de un escupitajo desde el centro del mundo. Algo que volaba y caía como un vulgar escupitajo. Un tanga de leopardo con patas de elefante, alas de gallina, cuerpo de mujer y cabeza de hombre envuelto en babas pegajosas. Se les heló el alma. Prefirieron ignorar. Siguieron su camino rápidos, no fuera que el barro tuviera más hambre.
6 comentarios
lunaaaaa -
Mox...prometo que ya no trbajare..primero leo tu bloggggggggggggggg
lokura -
coco -
;) me ha encantado mox. Eres un sol.
lola -
Hoy te mando millones de besos, de los que se sueñan y de los que se dan.
Rosi -
Y ahora más en serio, si puedo, me encanta el trozo en el que hablas de que todos sin conocernos nos sentamos para hablar de nuestro miedos, de nuestras vidas, de nuestros deseos. Realmente eso es lo que hacemos verdad?
Un beso grande,para darte las gracias desde el corazón.
Rosi -