En tus sueños
Tengo la mala costumbre de despertarme en tus sueños.
No sé si sabes que me encanta la música de fondo que sintonizas: Hoy canta Sandrine Kimberlain. Bajas la mirada. Sonríes ausente mientras canta. Me gusta observarte cuando crees que nadie te vigila. Bruscamente has cambiado de color de cielo. Hoy, de violeta brillante, te has ido a azul vaquero, no sé si es porque has comenzado a hablar en sueños, los demás pueden escucharte y te da miedo desnudarte demasiado… o porque he comenzado a perseguirte en mitad de una guerra contra mí. Te he dado la mano y sin dudarlo, me la has arrancado para dársela de comer a unos pájaros que te buitreaban desde el comienzo del sueño. No has hecho caso de mis chistes de mancos y te has largado con tu amiga la triste mientras le reías las gracias. Luego ha aparecido nuestro nene y su cabeza se ha convertido en un surtidor de gasolina del que sólo salían besos. Besos de cariño, besos insistentes, besos apremiantes, besos agobiantes, besos pesados, besos cargantes, besos odiosos. Huyes. Te alcanzo y te pregunto si quieres navegar. Te hundes en la tierra para esquivarme, pero sigo el rastro de tu canción y te doy uno de mis ojos, encerrado en un juguete, un suave peluche de terciopelo de barro. Lo has dejado caer y se ha hecho trizas. Despliegas las alas para escapar volando. Te escoltan tus amigos los pájaros-buitre. Para despistarlos les ofrezco media pierna. Te cuento chistes de cojos, pero te evaporas a una nube junto a tu amigo el desconsolado que te piropea con historias divertidas y que te arrancan sonrisas de lujo. Te localizo durmiendo en una cama y me acerco con sigilo porque quiero despertarte con saña. Pero no te sorprendo. Eres tú la queme sorprendes a mí, porque ya estás despierta y cuando te giras alzas tus dedos y me despegas la cara. No hay sangre. Siento lo mismito que siento al explotarme una espinilla rebosante de pus. Te la pones. Me río porque te falta un ojo. Por primera vez en todo el sueño me sonríes, aunque lo hagas con mi cara. Y ahora…
Te despiertas.
Me despierto.
- ¿Qué tal la noche? ¿Has descansado?
- Bien, bien, ya sabes, como siempre…
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