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Erase Una Vez

Buenas noches

Más o menos es así.

Más o menos es así.
Tuve un sueño:
Dos enormes patos volaban rasantes y tiraban de mí arrastrándome por la superficie de un río enorme. El río no era sino un río de gente que me empujaba porque no me quería y me devolvía al aire de donde provenía y los patos no querían sino dejarme caer. Tropecé con multitud de cabezas, de puños y de rabia hasta que alguien no me empujó sino que me recogió y me guardó en su bolsillo. Allí hice mi vida y aquí estoy.
A ella le ocurrió igual que a mí, nada más que fui yo quien la recogió en mi río, la metí en mi bolsillo y aquí está.
Ahora estamos cada uno en el bolsillo del otro y a veces nos preguntamos qué pasará cuando tengamos que tirar nuestros pantalones por viejos.

Cuento de Moxhijopequeño a Moxpapi

Cuento de Moxhijopequeño a Moxpapi

En la cama, nos vamos a dormir y lo convenzo para que me cuente una de sus historias, y más o menos me sorprendió así. Empieza él.

- Me sé dos
- El que quieras.
- ¿El nuevo?
- El nuevo. (Je, je ,je. El viejo se lo pediré otro día).
- Vale. Esto era una vez un caballo que se llamaba Sestín.
- ¿Cómo? (y por dentro estoy descojonado de risa. Menudo nombre se ha inventado)
- Sestín, papi. Estaba casado con una caballa. Pero era una caballa muy mala.
- ¿Ah, sí? ¿Por qué?
- Porque era de color naranja, amarillo, lila y rosa. Entonces el caballo luchó contra la caballa y le metió un patada que le rebotó. ¿Sabes lo que es rebotar?
- No. ¿Qué es rebotar? (no me puedo aguantar la risa y me río, pero no se mosquea y sigue con su lengua de trapo explicando el cuento)
- Rebotar es que te dan una patada y se te pone la picha en el culo y al revés.
- ¿Cómo, cómooo? (escandalizado)
- Sí, que se te pone la picha donde está el culo y el culo donde está la picha.
- Pues eso duele.
- Sí.
- Sobre todo cuando vas a hacer caca. (Silencio. Lo piensa. Más silencio. Y se ríe a carcajada limpia. Le pido que baje la voz, que como entre su madre nos dará tirones de orejas por estar contando cuentos y no dormir, que es lo que tendría que hacer a las diez de la noche ¿o debo decir tarde?, porque todavía hay luz solar).
- Pues el caballo le da una patada a la caballa y la caballa otra al caballo y luchan y...
- ¿Y no hay besos ni abrazos?
- ¿...?
- Sí, como los que me das tú cuando llego a casa o los que te doy yo cuando te veo contento.
- Sí que hay.
- Es que es mejor que los caballos se den besitos y abrazos apretados y que coman fresas con nata y que se rían y se lo pasen bien.
- Sí.
- Mejor que darse patadas y hacerse daño. Luego sabes que lloran cuando se pegan.
- Sí, pues bueno, y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Nada. Ni caso.

Cuento de Moxpapi a Moxhijopequeño

Cuento de Moxpapi a Moxhijopequeño
Érase una vez un dragón encerrado en un castillo que, llorando, gritaba:

- Por favor. Sacadme de aquí. No quiero estar encerrado.

Un día pasó un caballero que escuchó los lamentos del dragón. Así que se montó en su caballo y con una lanza mágica corrió hacia el castillo. En cuanto tocó la puerta con su lanza mágica, el castillo se derrumbó y el dragón que sabía volar huyó por el cielo no sin antes decir:

- Te estaré eternamente agradecido y acudiré a una llamada tuya. Adiós.

El caballero continuó buscando y justo a la entrada de un bosque, unos ladrones le quisieron robar. Eran al menos cincuenta y el caballero no tuvo más remedio que pedir socorro a gritos.

Un cazador armado con arco y flechas acudió en su ayuda. El jefe de los ladrones recibió una flecha en todo el culo y llorando de dolor dijo:

- ¡¡¡Retiradaaaa!!!. Vámonos de aquíííí.

(Je,je ¿En todo el culo?) (Sí)

El caballero le dio las gracias al cazador, el cual, como si nada hubiera ocurrido siguió cazando. Descubrió un pavo que comía gusanos en mitad de un prado y le acertó con una flecha. El pavo se lamentó.

- ¡Ay!, ¡Ay!. Qué daño me has hecho.

El cazador no podía salir de su asombro.

(Papi, es que el pavo habló y los pavos no hablan. Sólo hacen gluglugluglú)

En efecto. Era un pavo sorprendente porque hablaba y el cazador no se lo podía creer. El pavo contó su historia.

- Soy un príncipe de un país vecino al que una bruja mala convirtió en este pavo que ves. He venido hasta aquí para buscar a un dragón que habita en el castillo de detrás de esa montaña porque tiene una poción para anular el hechizo.

El cazador se ofreció a escoltar al pavo al castillo. Cuando llegaron, el castillo estaba destruido y no había dragón. El pavo, desesperado se puso a llorar.

A todo esto, acertó a pasar por allí el caballero de la lanza mágica que volvía al castillo que destruyó para salvar al dragón. En pocas palabras, el cazador explicó la situación del pavo y entonces, el caballero llamó al dragón.
En menos de un segundo el dragón apareció en el cielo y aterrizó y cuando el caballero le contó la situación del pavo, el dragón rebuscó en su mochila.

- Hum,... Este brebaje para que los niños crezcan... No. A ver... Este brebaje para convertir leones en moscas.... No. ¡Ah!, ¡Sí! ¡Aquí está!. Este es el brebaje para desconvertir los pavos en príncipes.

Cuando el pavo lo tomó se oyó:

- Glú, Glú, Glú (por eso todos los pavos hacen esto, para intentar convertirse en príncipes).

Y se convirtió en un apuesto príncipe, que emocionado, dio un beso al dragón, el cual, inmediatamente se transformó en una adorable princesa. Ante los asombrados ojos de todos contó su desgraciada historia y cómo una bruja la convirtió en dragón hasta que se rompiera la maldición con un beso.

Se dieron las manos y se abrazaron apretados y comieron naranjas con canela, sandía con pepitas de oro y nubes de algodón de azúcar.

- ¿Y se dieron besos de amor largos?
- Sí y muchos y en todos sitios... quiero decir, en la cocina, en el comedor, en la playa...Y colorín colorado este cuento se ha ....
- ¡¡Acabado!!
- ¿Te ha gustado?
- Sí, papi. Pero otra vez no tardes tanto que tengo mucho sueñooo. Acuéstate conmigo un poquito pero callado.
- Vale. Buenas noches.
- Buenas noches papi.

Y colorín colorado así se durmió.

Rodar

Rodar
Llegaron, nadie sabe de dónde, y a pesar de ser nosotros un pueblo desconfiado, pronto nos convencieron.

Cuando aparecieron por entre las cabañas de la aldea abriendo los brazos e inclinando sus cabezas amables repetidas veces, pensamos que unos seres así no nos traerían peligro. De caras pintadas y tatuadas, vestían con ropajes oscuros. Andaban como si se deslizaran flotando entre nubes bajas y eso nos impresionó tanto o más que la primera vez que les escuchamos articular un sonido. Porque sus voces cantaban mejor que nuestras flautas y si se ponía atención se captaban murmullos de ríos torpes enredados en curvas retorcidas o suaves ecos de profundas montañas cargadas de nieve. Sus gestos invitaban a comunicarnos y pronto logramos entendernos. Por todo eso, tampoco fue difícil maravillarnos ante la sencillez del mundo y su proyecto para mejorarlo. Nos pedían colaboración. Y nosotros se la dimos.

Veréis:

Nuestra aldea se situaba en la zona de las luces perpetuas, así que para dormir se habilitó la Gran Cueva. Por turnos, varias familias dormíamos a la vez mientras el resto hacía vida. No dejábamos que nuestras lágrimas asomaran y nunca nos pudo ningún sentimiento. Todo se medía en función de nuestra necesidad de dormir y nunca llegamos a sentarnos a contemplar el tiempo ni a capturar el cuerpo de otro dejando el propio en prenda.

Ellos venían de la zona de las sombras perpetuas donde la luna reinaba y la poesía invadía sus vidas, dejando los abrazos como moneda de cambio frecuente, los besos como pago impagable, y la unión de sus espíritus como terrenal y alcanzable. Todo lo medían en función de su necesidad de querer y acostumbrados como estaban a la oscuridad nos sorprendió que fueran capaces de dormir con los ojos abiertos. Porque para nosotros dormir era el ritual más sagrado, de ello dependía nuestro ritmo de vida.

Cuando nos dijeron que no nos haría falta la Gran Cueva para retener un poco de oscuridad, que podríamos ver en la oscuridad con nuestros propios ojos la luna y enamorarnos de nuestros sentimientos, y que ella nos inspiraría poesía y corazón, en fin, cuando nos describieron la noche y solicitaron nuestra ayuda para tener algo que deseábamos más que nada, no nos importó compartir la luz perpetua. En absoluto.

Nos contaron que eran viajeros incansables y que habían logrado llegar tan lejos que habían vuelto de nuevo a su propia ciudad, pero entrando por el lado opuesto: habían vuelto al punto de partida del viaje.

Por esto y después de estudiar las estrellas de su noche, revisar sus rutas y hablar con todos los pueblos de la tierra, habían llegado a la conclusión de que el mundo era esférico y que la mitad de él siempre estaba soleado y la otra mitad en sombra, es decir, el mundo estaba parado.

Trazaron entonces hasta tres líneas en el mapa del mundo que lo cruzaron de lado a lado y enviaron mensajeros a todas las aldeas situadas allí. La idea era solicitar ayuda para ponerlo en marcha.

Una vez convencidas las gentes de esta necesidad de dejar que el mundo rodara, a lo largo de las líneas se colocarían todos los habitantes disponibles y a la señal de una bengala todos al unísono darían un paso hacia delante, y con un preciso intervalo de tiempo de dos segundos, darían cinco pasos seguidos, y tras otros dos segundos, diez más, y así hasta no parar de caminar.

El proyecto se realizó con precisión matemática y nos encontrábamos todos preparados para dar el primer paso. Un nerviosismo se extendía a lo largo de nuestra línea. Los últimos de nuestra aldea saludaron a los primeros de aldeas vecinas y a lo lejos se observaban en ambas direcciones cómo la línea humana se perdía en ambos horizontes.

No se oyó ninguna respiración hasta percibir la bengala.

- ¡Ya!

Y un murmullo de alegría recorrió el mundo.

Hasta hoy.

LA VIDA FUTURA

LA VIDA FUTURA
Acabo de recoger a los niños del parque. Como ya han jugado bastante, les he sacudido un poco el polvo y los he guardado en el bolso. Ahora tomaré el autobús hasta casa. En la parada hay haciendo cola otras cinco mamás con sus bolsos que protestan y me insultan cuando me cuelo y me subo al primero que llega. Me gusta esta idea del Ayuntamiento de, en horas punta, contratar a cinco mamás con sus bolsos llenos de niños sin polvo que esperan al autobús para que te insulten cuando te cuelas. Quita monotonía a tus quehaceres cotidianos.

Le doy la dirección de casa al autobús, pero primero me lo tengo que ajustar a mi talla de pié. Ya está . Echo la moneda y mientras me lleva a casa leo la revista de cotilleo de moda. De Moda, cumple hoy 10 años de edición y hay un suplemento especial. Me pongo las gafas magnéticas tridimensionales para leer y sin darme cuenta llego a casa. Saco a los niños del bolso. Los armarios y las duchas corren a por ellos y en un plis plas los duchan y les ponen los pijamas.

Yo, mientras, preparo la cena. Llamo al telepizza y pido una de carbonara y otra de atún con bacon, jamón York y extra de queso. También un poco de ensalada para que se note la dieta mediterránea. Abro la ventana y recojo la pizza que ha venido volando. Ahora me toca poner la mesa, así que la saco del cajón, le estiro las patas y le aliso el tablero. Los cubiertos son automáticos así que no me preocupo de ellos.

Los niños se sientan a cenar. Les pregunto cómo les ha ido la Universidad y me dicen que bien, que tienen deberes. Demostrar la teoría de Schöredinger en el átomo de hidrógeno. Desde luego ¡menuda educación! ¡Cada vez peor!. A estas alturas, en mis tiempos ya estábamos en el átomo de He. En fin, les digo que es fácil y que les echaré una mano. Se zampan las pizzas y se retiran a sus cuartos a estudiar. Le cambié las pilas a los lectores de libros así que no tienen excusas para salir de allí.

Ahora espero a mi marido. Llega como siempre a las 2 p.m. Hoy dice que ha trabajado mucho, pero no le creo. Estoy seguro que la secretaria se lo devora. Ayer le faltaba un trozo de muslo y hoy ya le noto a faltar una pierna entera. En fin, ya se le regenerará esta noche. Él sigue con sus sucias mentiras y siempre las tengo que lavar yo. Cada vez son mas sucias y ya no sé qué detergente usar. Tendré que inventar otro. Pide la comida y le digo que se la haga él, que yo ya he tenido bastante con la de los niños, y que no grite tanto que están muy sensibles. Dice que le da la gana gritar en su casa, y que como nos está grabando, no podré denunciarle por malos tratos. Si ya me lo dijo mi madre, que éste marido le caía mal, y de hecho la última vez que le cayó, terminó con ella. Ahora seguro que viene del bar de beber leche con canela con los amigotes y de ponernos a parir a todas sus esposas hablando mal de nuestras habilidades en la cama (que si ya no le penetro como antes, que si ya no aguanto tanto, que si los hijos me la han dejado fofa. Qué sabrán ellos de parir.)

(--Mi marido escoge el mejor huevo de avestruz y se hace una paella, luego abre una caja de espaguetis y los engulle crujientes casi sin sal. Cocina mejor que yo, no hay duda.--)

Desde la revolución del 2 de Mayo de 2808, las mujeres pasaron a llamarse hombres y los hombres mujeres. Desde entonces gestamos en el escroto y parimos por el glande y por supuesto que nos cuesta trabajo movernos embarazadas. Los nombres de hombres están prohibidos. Nosotros somos simplemente nosotras y adoptamos hasta los veinte años de casados sus nombres que luego se emancipan y se los damos a nuestros hijos para que no se pierdan en el camino de su vida. Yo tengo dos hijos que me costó un ojo de la cara amamantarlos y adopté por tanto a dos nombres, que ya están bastante creciditos.

Si me divorcio otra vez, la gente murmurará, lo sé, pero me tiró los tejos el vecino del quinto. Ya sé, ya sé que no consigo cambiarme de escalera con mis seis divorcios, pero es que el barrio me gusta y el edificio también. En el próximo me iré al edificio de enfrente, que me ha dicho la del segundo que se divorció el otro día que sus esposos son bien avenidos.

En fin, que me voy al gimnasio, a cansarme con las máquinas y no ver más a mi marido, que seguro que se irá a jugar al tenis americano, al snow-fútbol y al strip-poker, y vendrá tarde. Cuando me tumben en la camilla, me pongan los electrodos de tres máquinas a la vez (una de ellas la de abdominales), me concentraré en cualquier sopicaldo y dejaré que me succione con apetito algún hombre con cara de oso hormiguero.

O me iré a Africa a morirme de sed o me iré de inmigrante a Venus. En fin. Tengo que rehacer mi vida.


(me voy a volar un rato y ahora vengo)

Primavera

Primavera
¡¡¡Esto es increible!!!

Ya hay almendros en flor.

Pájaro de pico de oro

Pájaro de pico de oro
De una lucha entre dos nubes nació el pájaro del pico de oro.
Y como puedes suponer no era un pájaro vulgar.
Le gustaba la poesía y la música, las matemáticas y la química, y aunque no supiera dibujar, admiraba los vivos colores del arco iris, las blancas nevadas de las más lejanas montañas, los azules luminosos de los mares tropicales y las acuarelas vibrantes de los pintores de la tierra.
Tenía la costumbre de volar tan cerca de las nubes que rozaba a veces la luna y sus rayos plateados se entremezclaban con su dorado plumaje y al surcar las ciudades, escuchaba claramente los gritos de admiración de las gentes.
Se alimentaba de canciones que flotan en el aire, como las de las olas al romper en una cala rocosa, como las del viento al jugar con las copas de los árboles o como las palabras del juglar cuando escapan de sus labios.
Disfrutaba oyendo contentos, viendo la oscuridad y tocando perfumes.
Siempre andaba buscando inspiración para firmar tus más bellos deseos, tus mejores momentos y, no lo dudes, tus risas más sinceras.
Pero un mal cazador lo capturó en un peor sueño y todo se volvió gris.
Salgo a buscarlo siempre que duermo. Y también mis amigos y mis vecinos y todos los que leyeron el anuncio en el periódico. Algunas veces sueño feliz porque creo que lo recuperé, pero no. Sólo son recuerdos crecidos de los que me sembró el pájaro del pico de oro.
Pero esta noche sé que tú lo encontrarás y cuando lo liberes de la jaula del cazador, sólo le has de pedir que vuele lejos de los que le odien y que de vez en cuando, se acerque por tus sueños para engordarlos de cosas que te hagan sonreír, como ahora mismo, que mientras duermes, te alegras de soñar.

¿Dormís?

¿Dormís?
De entre la noche, escondidas las sombras, se revuelve el día. Hoy hay frío. Las nubes se tiñen claras allá lejos y tiritan rocío. Hoy hay calma. Los coches iluminan ráfagas de amanecer y pintan la noche adormecida de brillos. Hoy hay bello. Las manos buscan la piel desnuda entre las mantas para robarle calor. Hoy no hay. Me levanto y mis ojos se disparan a las manchas del techo y las recuentan. Hoy quisiera que hubiera. La bata, la leche, el niño, el otro niño, las palabras, las protestas, las risas, las regañinas, las peleas, las comidas, los invitados, la calle, la película, las caricias, el edredón, la noche (vuelve la noche). Hoy, cansancio. Nos sujetamos la cara con dedos de alas de mariposa, nos besamos con sabor a chocolate y nos olemos nuestros cuellos de limón hasta rendirnos al sueño.
Y viene ese momento de la noche. Despierto intranquilo en la hora de las brujas y mi compañero se viene conmigo a navegar un poco, a leer blogs y a escribir todo lo que se asoma al teclado, a comprobar a otros insomnes. Luego, casi cuando se cae el alba del cielo, me ataca el traicionero dolor de párpados y busco un edredón mágico que me reconduzca a la intranquilidad del sueño.
De entre la noche, escondidas las sombras, se revuelve el día. Hoy hay frío.

Sueño

Sueño
Soñé que era un adulto en edad escolar recién llegado a una clase de adolescentes y que se quería integrar como un compañero más. Pero cualquier intento de acercamiento siempre terminaba en un rechazo total y absoluto.

Un día la profesora ideó un extraño juego. Nos sentó en círculo para que todos pudiéramos vernos las caras y nos propuso que escogiéramos un objeto imaginario con las manos y que lo pasáramos al vecino. No se podía hablar. Sólo podíamos mirarnos a los ojos y hacer gestos para hacer ver lo pesado o lo voluminoso que era. Todos coincidimos que era un juego muy estúpido, pero como había que pasar la hora allí sentados, comenzamos a jugar. El primero le pasó al segundo de muy mala gana un objeto imaginario sostenido con manos temblorosas indicando así el gran peso que soportaba. El objeto fue pasando de mano en mano y llegó hasta mí.
"¿Puedo improvisar?" pregunté a la profesora.
"Sí, si son sólo gestos y no hablas."
Entonces, sin decir palabra, me levanté del asiento y golpeé con los nudillos una puerta invisible que debería de abrir el compañero vecino, por cierto, uno de los líderes de la clase. Como me miró desconcertado y sin saber bien qué estaba haciendo, volví a repetir el gesto, pero encontré la misma respuesta. Me encogí de hombros y me arranqué algo de las orejas y de los ojos y me sorprendí. Entonces, con una sonrisa, le pasé el “paquete” que ahora sí aceptó.

Habíamos terminado la ronda cuando la profesora pidió que explicara mis gestos al resto de los compañeros. Les chocó cuando solicité que los interpretaran ellos. Todos fabularon sobre puertas cerradas o visitas incordiantes rechazadas, pero les sorprendí otra vez diciéndoles que acababa de hacer un experimento. Callaron y esperaron curiosos a mis palabras.

“Veréis. Como sólo escuchaba silencio, tenía serias dudas de si estaba flotando en el espacio exterior de una nave espacial o no. Allí sabéis que los sonidos no se propagan porque está vacío, pero claro, aquello no podía ser porque respiraba, es decir, que por lo menos habría aire. Hice entonces el experimento de golpear mi pared para comprobar si estaba encerrado entre muros de algún rincón imposible y escuchar al menos los golpes. Pero no sonaron.

Entonces lo comprendí todo. Había algo que me impedía ver y algo que me impedía oír. Me quité las gafas negras impenetrables de mis ojos y me arranqué los cascos en los que sonaba la música de mi vida (tan alto que no podía dejarme oír la de los demás), y más tranquilo, regalé un paquete a mi vecino. Me hizo gracia que lo recibiera porque él tenía puestos cascos y gafas y a pesar de eso, supo recogerlo sin que se le cayera”.

No dije nada más y me senté.

Todos comprendieron que era así tal y cómo me sentía estando entre ellos, que había hecho el esfuerzo de acercarme pero no me dieron ninguna oportunidad. A partir de entonces...

Pero en fin, ya se sabe lo que ocurre en los sueños. Lo normal es que se nos escape el final por la puerta de atrás y no nos acordemos nada más que de lo impactante...

Solo que mi sueño fue una excepción...

Dulce Navidad

Dulce Navidad
Me pillaron desprevenido. Un bajón de autoestima y una buena dosis de aborregamiento tuvieron la culpa de todo lo que ocurrió y aunque no lo deseaba me vi inmerso en la vorágine de la Navidad.

Me explico.

El asunto comenzó cuando encontré la caja que todos tenemos en casa para agasajar con más o menos fortuna los solsticios de invierno. Sin saber ni por qué, ni cómo, la abrí y comencé a tragar luces de árbol a tal velocidad que no pude distinguir color alguno (excepto las azules, que es el color más bonito) y prendieron en mi cuerpo bombillitas rojas, amarillas, azules, naranjas, verdes y violetas. Tampoco distinguí entre las tradicionales, las leds ni las de fibra óptica. Estaba omnibulado y todo lo consentía.

Comenzaron, entonces, a colgarme bolitas rojas brillantes, cintas de colores, estrellas rutilantes y calcetines de Papá Noel. Me conectaron a un simple enchufe (fue tan fácil como hundir los dedos en él) y tras una sensación eléctrica, un escalofrío brillante que me erizó los pelos de la nuca, di comienzo a un lento parpadear en colores, medroso al inicio, con confianza y ritmo después. Mis hijos jugaban con el programador de luces para hacer el parpadeo más o menos frecuente, con mas o menos intensidad, para que se encendieran primero las rojas, luego las amarillas, luego las verdes ...

Lo que más me emocionó fue cuando se olvidaron el programador y jugaron conmigo a viva voz.
- Papá, enciende sólo las verdes... ahora, las violetas... y ahora intensifica las verdes, quita brillo a las violetas y márcate un parpadeo suave de naranjas y amarillas... y ahora, cuando aplauda, me quitas brillo a las amarillas en las manos, le das intensidad a las naranjas de los pies, parpadea las de las orejas en todos los colores y bailas. Esto último me lo ordenó mi mujer, que le estaba encontrando el gustillo al tema.
Lo más complicado fue la posición en la que determinadas luces se encendían y apagaban al ritmo de la música del villancico de turno así como el cambio de color de una misma bombilla (¡¡Alaaaa!!!, el papi ha cambiado de azul turquesa a naranja chillón).
Lo más doloroso, cuando me pisaron dos dedos de la mano derecha y machacaron las bombillas de las uñas.

Pero no sólo encontraron estas utilidades.

Cuál fue mi sorpresa cuando me tumbaron en el piso y comenzaron a echarme tierra blanca, a ponerme espejos que simulaban ríos y sobre ellos puentes ancianos, a colocarme unas montañas sobre las que se edificaban casas lejanas, palacios infanticidas y establos con buey y mula incluidos. Además había Reyes que caminaban sobre mí montados en camellos. Pastores, cabras y ovejas campaban a sus anchas por mi barriga generosa. Un fuego prendido delante de una cueva, un ángel anunciando nuevas,un cagón haciendo honor a su nombre. Un matrimonio con su bebé en el pesebre. Y mucha nieve helada.

Aquella primera noche, me dejaron parpadeando en mitad del salón y al día siguiente se levantaron, me dieron los buenos días y me cantaron un villancico, me rompieron un par de figuras y metieron al todoterreno teledirigido para atravesar el río, el puente y las montañas.

A partir de entonces mi vida transcurrió de villancico en villancico, entre juegos de niños, mazapanes, cordiales, alfajores y turrones, copas de cava, comida y uvas, juguetes y otros regalos sin dejar de parpadear día y noche. Todos los que me contemplaban convenían en la buena idea que habíamos tenido, y esposas y niños miraban de reojo a maridos incautos que hablaban de sus cosas ajenos a amenazas veladas en forma de miradas de imaginación.

Y así sucedió todo. Nada más. Bueno, sí, se me olvidaba. Que cuando mi esposa y los niños me empaquetaron hasta la próxima Navidad me dieron un beso de despedida, así que nadie piense en desconsideraciones familiares.

El amuleto o tómate un café mientras lo lees

El amuleto o tómate un café mientras lo lees
El vecino de abajo tiene un amuleto que le da buena suerte. El amuleto es un señor hecho con palotes y de cabeza redonda que sujeta un arco iris entre sus brazos totalmente abiertos y que tiene separadas las piernas.
Como suele pasar en estos casos, cada vez que el vecino olvidaba su amuleto, le costaba tiempo y dinero resolver el día, pero, en cambio, a los que quedábamos en el edificio la vida se encargaba de demostrarnos su lado amable.
Como suele pasar en estos casos el secreto del amuleto era lo que el vecino mejor guardaba de su casa, pero no se podía decir lo mismo de su lengua, ni de su afición a la fiesta de unas cervezas frescas y unos pinchos de tortilla de patatas con unos boquerones en vinagre. El caso es que la gula y la cháchara le pudo al hermetismo y en cierta recogida de una cena de empresa {a la hora del aperitivo de la comida del día siguiente}, aprovechamos ese cuerpo abonado de alcohol y lo terminamos de sobornar con una especial helada y un pincho de los esponjosos, tiernos y calentitos.
El secreto que sabíamos que guardaba (a todos se nos notan los secretos ocultos que queremos gritar a los cuatro vientos), dejó de serlo. Además, en un despiste, una mano larga y golfa desposeyó al pirata de su tesoro. El efecto fue inmediato. Cuando la solidaridad vecinal lo acompañaba para arrojarlo a su piso deseosa de probar el invento, sufrió un coma etílico que le hizo resbalar por la ventana abierta de un quinto piso. Cuestión de mala suerte. O por lo menos eso se les dijo a unos policías rutinarios que cerraron el caso con excesiva rapidez. Y aquello fue, convengamos en afirmarlo, cuestión de buena suerte.
En la desafortunada caída, estuvimos presentes siete vecinos, por lo que el uso y disfrute de la fortuna se repartía a cada uno de nosotros una vez por semana. Pero claro, un día sin suerte no es lo mismo que un día con suerte, de ahí que no extrañará el fatal desenlace de nuestro anciano vecino del primero, que nunca tuvo problemas coronarios hasta aquél día. Ni tampoco el de la vecina del segundo, que nos abandonó por culpa de una salmonelosis extrema a pesar de ser vegetariana pura.
Hubo un pacto y un cambio de finca, pero no se pudo evitar que la del tercero comiera una seta venenosa de las que salen en los libros por llevar dibujada una calavera en su sombrero ni que el del cuarto pisara sin querer una cobra escapada de un circo próximo. Y fíjate qué casualidad que cuando el del quinto huía de las garras del destino en un viaje transoceánico, se mareara, perdiera pié y fuera hombre al agua pero nadie lo rescatara.
Hubo un nuevo cambio de vivienda y el vecino que quedaba y yo nos mirábamos con suma desconfianza porque no estaba bien el asistir a tantos óbitos en tan poco tiempo y sobre todo porque él era el del sexto y yo el del octavo.
Como no quise entrar en polémicas propuse una reunión en un edificio abandonado, terreno de nadie, con él a solas, ya sabéis, sin ningún guardaespaldas, pero grabándola en conexión directa y automática con la policía para curarnos en salud, aunque visto lo visto, esto último fuera un contrasentido.
Hablamos largo y tendido de nuestros vecinos, de sus accidentes, de su falta de fortuna y juramos nuestra mutua ausencia de implicación en ellos.
Todo sea dicho. Llegado a este punto, ni la ironía podía rallar cotas más elevadas ni la gelidez del ambiente podía ser mayor. Así que para mostrar mi buena voluntad y romper el maleficio de mi sospecha, le ofrecí el amuleto, se lo puse directamente en la mesa y me despedí para siempre de él asegurando que no me gustaría asistir a ningún óbito más. Asombrado porque mi generosidad le pilló a contrapié, se levantó y me sostuvo en un largo abrazo, que yo, sorprendido, le devolví. Con lágrimas en los ojos nos despedimos.
Cerré la puerta del edificio. Crucé la avenida. Me acomodé en el coche y fue entonces cuando el bloque se derrumbó. Arranqué y huí despacio.
Como suele pasar en estos casos no pude por menos que sonreír. Mi mano larga y golfa acariciaba el amuleto expuesto un solo momento a la vista de mi vecino del sexto y sustituido después por una falsificación tan buena que a pesar de atesorarla en su mano crispada en el último abrazo, no pudo notar diferencia alguna, ni de color, ni de forma, ni de peso.
Como se suele decir en estos casos, no me gustan los sepelios, pero si hay que ir se va.
Ahora, ya mayor, vivo en un edificio alto, y he de reconocer que para olvidar que guardo un secreto, bebo demasiado y que me encanta la cerveza helada y que tampoco le hago ascos a un buen pincho de tortilla, como esos que prepara la vecina del octavo, esponjosos, tiernos y calentitos. .

Adivinanza 4

Adivinanza 4 Esta es fácil.

Cuentan que dos niños vieron una manzana en lo alto del manzano y quisieron comérsela, pero no podían llegar hasta ella. Estaba muy alta. Uno de ellos, medía metro y medio se llamaba Luis y era el más alto. El otro medía metro y treinta cms, se llamaba Pedro y era el más bajo. Calcularon que haciendo una torre, subiéndose Pedro (el más bajo) encima de Luis (el mas alto), la cogerían. Se equivocaron por apenas unos centímetros. Desolados se sentaron cabizbajos a los pies del árbol. De repente, Luis tuvo una brillante idea.

...Y no tardaron mucho en comerse la manzana.

¿Qué hicieron?

Delicatessen

Delicatessen Hace unos días lunaaaa y el que suscribe, mox, nos regalamos con una cena íntimamente pública. El menú era especialmente sencillo y estaba salpicado de aromas intensos, de excitante calma y de contactos intangibles.

Queremos repetir la cena, pero ahora la queremos hacer públicamente íntima, así que colocaremos más sillas para vosotros. Si queréis venir estáis invitados. Sólo hace falta que os acerquéis con vuestras soberbias especialidades para que las probemos todos.

Y aquí el menú:

Entrantes:

Ensalada de besos dorados al sol del amanecer después de una oferta de amor, acompañada con salsa tibia hecha con caricias de lóbulo de oreja cálida, tierna y apetitosa.

Primer plato:

Festival de roces disimulados rellenos de ternura y salteados con abrazos emocionados.
Se acompaña de vino blanco oloroso, marcado matiz afrutado, con mucho cuerpo y miradas entregadas.

Descanso:

Auténtico sorbete de cuello afinado en su base y retocado suave, muy suave en el hombro.

Segundo:

Miradas de indiscreción al horno de leña, abrasadas en carne de amor, con manzanas de pecado original, y de acompañamiento salsa roja pasión flambeada a la enorme fascinación.
Se riega con caldos tintos de alto grado, roble al paladar, que permanece en el tiempo...

Postre:

Helado de placer con cereza de adorno...

De final a escoger:

Vino dulce, dulce, dulce...
Cava burbujeante, esponjoso, en copa larga y refrescante...

Música de fondo:

El repertorio particular, por el experto maestro don Acariciador de Guitarras.

Bon apetite

Lunaaaa + Mox.

Compartid vuestros platos

El balcón

El balcón Apoyado en la barandilla del balcón de mi castillo veo la vida pasar. Ahora que entra el invierno, tengo siempre un molesto charco de sudor a mis pies en el que chapotean conscientemente los zapatos para manchar a las piernas, pero ellas se esconden la una tras la otra llenando de risas la habitación. Me sobra la camiseta, así que me la quito y le digo que se siente junto a mí, que vamos a ver la vida. Es entonces cuando llega mi hijo, nos sentamos todos y comenzamos a hablar de las cosas del balcón.

Lo primero que les digo es que escojan una piedra del montón que hay junto al postigo de la ventana, que tiene que llevar el letrero de “piedra con puntería asegurada”, porque a veces hay que lanzarla lejos y no podemos correr el riesgo de errar. Lo segundo que les digo es que tienen que tirar a la cabeza de los patos, porque es la única forma de que se caigan. Lo tercero que les digo es que hay patos de muchas formas: con forma de elefante, con forma de caballo, con forma de jirafa y algunos con forma de toro, y ya, muy raros, muy raros los que tienen forma de interrogación, que son muy sorpresivos por naturaleza.
Mi hijo ensaya apuntando con una piedra plana de pizarra, yo con un pedrusco diamantino desengarzado del anillo de un mariscal y mi camiseta como no tiene ni brazos, ni boca, ni piernas, pues no puede.
¡Qué invierno más crudo! Mi camiseta está empapada de sudor, la silla de mi hijo protesta porque piensa que se ha orinado encima y mi sillón, que es perezoso hasta para mecerse (lo hago yo y así lo saco a hacer deporte), sigue durmiendo.

¡Ya está! Sale el primer pato en forma de caballo. Ese es mío. Lo sé por su manera de correr tan serpenteante, porque tiene el don de ponerse colorado cuando le increpo y por su estruendoso graznido (o parpido) parecido a mi vozarrón. Lo he tumbado a la primera. Es el caballo de mi trabajo, el trote cochinero de las horas pesadas, el galope de mis prisas, el graznido de mis protestas... Todo al suelo, de un diamantazo.
Ahora sale un pato con forma de avestruz. Mío. Mueve la cabeza rápidamente, de un lado al otro, corre como el viento y levanta columnas de polvo con sus enormes patas. Mi camiseta se gira al montón de piedras muy excitada, pero como ni tiene cara, ni tiene brazos, ni tiene piernas, pues no puede. Me abalanzo a por una piedra pómez y se la lanzo con todas mis fuerzas, aterriza en el lago más allá del avestruz. He fallado. Me esperan grandes riesgos porque he errado... ¡No!. El pato observa la piedra pómez flotando en el agua y no entiende que una piedra pueda flotar, así que se la come y cae fulminado. Era el avestruz de mi adolescencia, mi impaciencia, mis ligereza... todo al suelo de un pomazo.
Mira qué pato tenemos ahora. Es un pato con forma de mono, y ése es de mi hijo, busca por todas partes cosas que no sabe para qué emplearlas, se rasca mucho la cabeza cuando se pregunta algo que le cuesta autoresponder y salta de rama en rama usando manos, piernas y cola. Mi hijo va a disparar y le freno la mano. No quiero que tumbe el mono de su curiosidad tan pronto, el mono de sus equilibrios con sus situaciones, el mono de sus saltos de opinión.

Y así transcurre el día. Yo tumbo casi todos los patos que me salen al paso. Sólo he dejado uno de esos raros en forma de interrogación porque no voy a tirar mi futuro, claro, y otro en forma de viejo elefante, porque todavía conservo la juventud de mi cerebro y tampoco era cuestión de abatirlo.
Mi hijo, lo único que ha podido derribar ha sido un pato en forma de cachorro de león, que graznaba tan fuerte como mi pato-caballo, que ya se sabe que de tal palo, menuda astilla, y que significaba su pronta petición de independencia.
Mi camiseta, como no tiene ni manos, ni pies, ni cara pues no ha podido.

Mañana saldré a buscar todos esos patos. Vendrá mi hijo. Mi camiseta como no tiene manos, ni pies, ni ojos, pues no podrá venir.

El Rompecuentos

El Rompecuentos Las habitaciones de todos los niños están recubiertas de armarios. ¿Verdad?
- Sí, papi.
Esta es la historia de un niño que abrió cada puerta de cada armario que encontró en su habitación, incluso la del armario más secreto, que fue descubierto una tarde de lluvia, cuando su mamá rescató de su profundo fondo un par de relucientes botas verdes de agua.

- Papi, ¿cómo se llamaba el niño?
- ¿Cómo quieres que se llame?
- Uuuuu... Álvaro.

El niño Álvaro tenía mucha curiosidad por saber qué contenían todos los cajones de todos los armarios de la habitación. Una vez se encontró un calcetín sucio, y otra una caja de zapatos vieja y otra el león de plástico que se le perdió de pequeño... Pero una noche, justo en el armario secreto, encontró una extraña bolsa redonda de cuero. La abrió y una luz salió de su interior. Quiso saber qué producía la luz y hundió su mano en ella y sacó...

- Papi, no sigas
- ¿?
- Que me das miedo.
- Pero si es muy bonito, mira, sacó...
- ¡¡¡Que noooo!!!

(¡UY! ¡UY! ¡UY! Se avecina tormenta. Mejor no meneallo).

- Bueno, vale. No te lo cuento. Ahora, bebe zumito, cierra los ojos y piensa cuando juegas con tus amigos en el cole y te lo pasa bien.

- Papi...
- Quééééé
- ¿Me cuentas los tres cerditos?

El Árbol de los Caramelos

El Árbol de los Caramelos Pero tú sabes que en los cuentos, los caramelos crecen en los árboles, ¿verdad?. Crecen todo el año en sus verdes bosques y los recogen los fabricantes para envolverlos en papelitos, meterlos en bolsitas y repartirlos a todos los niños y mayores que quieran.

Hay caramelos de todos los sabores. A mí, los que más me gustan son los de sabor a beso, porque son muy dulces y calentitos y además hacen ruido si te los comes con fuerza. Puede también que te salga un caramelo de beso amargo. Pero eso sólo les pasa a las personas mayores y se cura con los caramelos que les regalan sus niños.

Otros que me encantan son los caramelos de sabor a verdad. Je, je, cuando te tomas uno, ya puedes inventarte la mayor mentira de la historia, que cuando la vayas a contar, no podrás. Esos caramelos no le gustan a mucha gente y a casi ninguna persona mayor (aunque te digan que sí, no te fíes, que se los dejan para el final y nunca se los toman), pero todos los llevamos encima por si alguien quiere y así, cuando hacemos preguntas, nos podemos enterar de muchos secretos...

Pues no, no pica nadie, sólo los inocentes.

Hay también caramelos con gusto a abrazo. Esos son de los que más me gustan. Cuando me tomo uno, persigo a todo el mundo para abrazarlo y la gente tiene que salir corriendo, y a alguno pillo, no creas.
Pues sí, que es más o menos lo que te pasa a ti cuando vamos a recogerte al cole, que parece que acabaras de comerte dos o tres.

Pues claro que hay de sabor a jugar, lo que pasa es que los mayores nos comemos los de sabor a jugar a ganar dinero, a jugar a perder momentos, a jugar a estar tristes, a jugar a encontrarse por dentro, a jugar a respirar olores de otros, a jugar a cerrar los ojos del pensamiento, a jugar a creer en nosotros mismos,... Pero en fin, que los que os gustan a vosotros son los de sabor a jugar con alegría, y que sepas que esos os los mezclan con los de sabor a risas, a contento y a gritos, para que sean los mas sabrosos.

Pero hay muchos más. Están los de sabor a pintar, los de sabor a cantar, los de sabor a tocar música, los de sabor a estar con los amigos, los de sabor a compartir otros caramelos, en fin, que hay la tira...

Mañana me dices los que más te gustan y si podemos nos vamos a algún cuento a buscar un bosque verde de árboles de caramelos y nos traemos una cesta para casa.

Yo me pido uno con sabor a escribir.

A por flores

A por flores Las escaleras sirven para alcanzar cosas inalcanzables.

Dos hermanos se enteraron que había un jardín entre las nubes que albergaba las flores más hermosas del universo, y como querían regalarle un gran tulipán a su abuela que estaba en el hospital tuvieron que buscar una escalera muy larga para llegar hasta el cielo.

Por aquel entonces las escaleras eran salvajes y pastaban en los prados de la montaña y para capturarlas había que enlazarlas y cabalgarlas hasta que se rindiesen. El hermano mayor, con su astucia, descubrió las huellas de una manada de escaleras y guió al hermano pequeño hasta unos matorrales, cerca del río, donde las esperaron ocultos. Al acercarse para beber agua, el hermano menor, con su puntería y agilidad enlazó a la más alta y la cabalgó hasta rendirla, y rápidamente se subieron ambos en el último escalón y galoparon hasta la nube más baja del cielo, donde estaba el jardín de tulipanes. Encontraron un gran tulipán que lloraba alegres gotas de rocío.

Las escaleras sirven para alcanzar cosas inalcanzables, no como la sonrisa de la abuela a sus dos nietos cargados con una maceta de azaleas.

Pequeño Saltamontes

Pequeño Saltamontes Los jóvenes monjes shaolín Buho Despierto y Pequeño Saltamontes deberían ir a buscar al Gran Maestro Saholín al lejano templo Chan para acompañarle en su regreso a casa. El camino era largo y enrevesado pero consiguieron llegar hasta las inmediaciones del gran templo, justo hasta un cruce de caminos en el que se encontraba un anciano descansando de su viaje. Como tenían duda sobre qué camino escoger, le preguntaron al anciano que muy amablemente les dijo que había dos posibles y les indicó el que a su juicio era el más seguro para evitar a una banda de ladrones que actuaba por la zona.

Le hicieron caso, pero se encontraron con los ladrones que les robaron ropas y calzado.

Al llegar al templo su Maestro, después de proveerles de nueva vestimenta y escuchar la historia les preguntó:

- ¿Qué enseñanza habéis extraido de este incidente?

Los dos jóvenes se miraron y fueron conscientes de la importancia de las palabras que dijeran frente a su Gran Maestro.

Buho Despierto fué el primero en hablar:

- A pesar de las apacibles apariencias, no debemos confiar en nadie.

Pequeño Saltamontes tragó saliva cerró los ojos y habló:

- Hay que esperar lo inesperado.

El Gran Maestro expulsó del Templo a Buho Despierto porque sabía que no serviría para reconocer almas y se esforzó en que Pequeño Saltamontes conociera toda su sabiduría.

Pero yo sólo conozco Buhos Despiertos.

Solución a los globitos comunicados

Solución a los globitos comunicados Cuando se ponen en contacto dos globos de diferente tamaño por medio de un tubo que permita el paso de aire de un globo al otro, pasa aire del globo menos hinchado al globo más hinchado.

Compruébalo. Es sorprendente.

Hay un acertijo de números que me llamó la atención el año pasado cuando me lo contaron, por lo espectacular del último dato que daban. Dice así:
Dos amigos se encuentran en un bar. Hablando de la vida, uno de ellos le pregunta al otro la edad de sus tres hijas, a la que el otro le contesta: “Mira, te apuesto una caña a que no lo averiguas, y como sé que te gustan los números, te voy a dar estos datos para que lo resuelvas. El producto de las tres edades es treinta y seis, y la suma de todas ellas es el número des portal en el que vives.
Ni corto ni perezoso, el primer amigo, bolígrafo en mano, comienza a hacer sus combinaciones, y al cabo de un rato, le recrimina: “¡Eh!, que me falta un dato”. A lo que el segundo replica: “¡Ay, sí!, perdona, se me había pasado. La mayor toca el piano”.

¿Le pagó la caña? ¿Cuáles eran las edades? ¿Porqué eran esas y no otras?

Hay premio de una camiseta al primer acertad@r que lo acierte, que buen acertad@r será.

Pero virtual.