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Erase Una Vez

Dolores de Cabeza

Dolores de Cabeza

Todo empezó anoche, cuando hicimos el amor con mucha nocturnidad y alevosía y continuó esta mañana cuando repetimos la mucha y variada alevosía pero con luz diurna. Ya no me acuerdo el tiempo que hacía que no se repetía este raro fenómeno.

Luego, a medio día, me inventé un aparcamiento en un barrio donde era imposible aparcar. Fuí a hacer una fotocopia de un DNI y me encontré una cola que se derramaba hasta la puerta de la librería y no tuve más remedio que esperar en la calle, a pleno sol del sureste a las casi dos de la tarde.

¿Alguien sabe lo que es la siesta del borrego?. Sí, esa que te da a la hora del Martini, justo antes de comer. ¿Y alguien se ha quedado dormido alguna vez de pié?. Pues sí, a pleno sol, me quedé dormidito, soñando que soñaba sueños ligeros.

Me despertó un perro callejero que no mediría mas de un palmo de alto. Y además creyó que yo estaba en celo porque se encaramó a mi pierna y empezó a tirársela como si le fuera la vida en ello y yo fuera la última perra sobre la faz de la tierra y se sintiera obligado en conciencia a perpetuar su especie.

Asqueado, me lo sacudí de encima a base de una tremenda epilepsia de pierna, pero como persistía me agaché a coger una piedra del suelo, o a hacer que la cogía, que con sólo el gesto, los chuchos salen por piernas.

En estas, una señora que andaba paseando a su divina perrita (a saber lo que hacían a las dos y media de la tarde la divina y la señora en la calle) se puso a recriminarme, al principio sin miramientos (que por qué le iba a tirar piedras a los pobres animales), luego duramente (¡Asesino violento!. ¡Parece mentira que los humanos seamos nosotros y los perros ellos!. Oiga usted, señora, que se me quería casar. ¡¡Guau, guau!) a continuación violentamente con insultos (¡¡Desvergonzado, descarado, maltratador!! ¡¡¡Socorro POLICÍA!!!... Y mientras, me golpeaba con la correa de la divina sin descanso. ¡¡GUAU, GUAU, GRRRR!!)

Yo, en parte porque no soy violento, en parte porque odio los escándalos, en parte porque me hacía daño, en parte porque no podía devolverle los golpes, en parte por si venía la policía de verdad y en parte porque la papelería de las fotocopias ya la habían cerrado, salí corriendo hacia el coche perseguido por los gritos de ella y los ladridos de la divina.

Debía entregar la dichosa fotocopia en la Consejería de Vivienda para optar a una jugosa subvención. Era el último día de un plazo improrrogable y ya me había peleado con la funcionaria porque no me había querido hacer la maldita fotocopia en la fotocopiadora que tenía detrás de ella y que llevaba diez minutos sin tirar una copia. Además, la misma funcionaria me había denegado el presentar la documentación por falta de algún impreso escondido entre la letra pequeña y ésta era la tercera vez. No podía volver sin ella. Aunque en vista de las circunstancias y siendo las tres menos cuarto, ya daba por perdidos los jugos de la subvención.

Todo esto pasaba por mi cabeza mientras corría como un poseso hacia el coche. Con las prisas de querer refugiarme en su interior intenté abrir la puerta sin quitarle los seguros y la alarma nueva que le había colocado hacía unos días con la voz del Neng chillando a pleno pulmón "¡¡¡¡Socorroooooooo que me quieren robaaaaaaaaaaarr!!!! Comenzó a sonar, así como repetidos pitidos y demás estridencias propias de la situación.

Como no podía ser de otra forma, las cortinas de las ventanas se descorrieron y juraría que por lo menos diez vecinos estaban con el móvil en la mano con cara de rabiosa preocupación describiéndoles a la policía, el ladrón, el modelo del coche y su matrícula. Así que me ví en la necesidad de dar explicaciones y con las manos en alto, sosteniendo las llaves y recorriendo con la vista las ventanas, como hacen los toreros con las orejas y el rabo, paseé las llaves a lo largo de tendido, mostrándolas bien y apagando la alarma y gritando casi con lágrimas en los ojos ¡¡ES MÍO. ES MÍO!!

Me introduje después de recoger la multa que tenía en el limpiaparabrisas del coche (en la que se leía claramente: hay que ver qué manera tiene usted de inventarse aparcamientos) y casi a punto de que la mujer me alcanzara con otro duro golpe de correa.

........

Esta noche, mi esposa me espera con el tanga rojo, el sujetador de puntilla que tanto me gusta y la caja de condones de sabores tropicales. A mí me ha dado un mal presentimiento, así es que le voy a decir que me duele la cabeza y que si lo dejamos para otro día.

Gazapo

Gazapo

Se esconde detrás de un espejo y me mira con ojos de "no quería hacerlo pero lo he hecho". Yo le miro con ojos de "¿Cómo que lo has hecho?" o de "Así que has sido tú".

Y huye corriendo a buscar una nueva madriguera.

La última vez lo tuve que sacar de debajo de la cama. Pero el gran pequeñajo, escurridizo malandrín, llorando de risa, se zafó de la escasa presión de mi abrazo-prisión y, ojos chirivitas de diamante, mofletes rojos de rubí y dientes de perlas blancas carcomidas por las caries, se refugió donde sabía que no podría jamás alcanzarlo: las dulces piernas de su madre.

Pero ahora, había roto la puerta de un puntapié de mal domado genio y ni la cariñosa nata acaramelada de su madre, fiel aliada en tantas otras ocasiones le libró esta vez.

Sentado pensando llanto pasillo 45 minutos arrepentido perdón lágrimas no lo haré más cabizbajo miró de reojo abrazos mami, papi, hermano cabizbajo tranquilo sólo esa mañana.

Mi gazapo... (mi cuñada dice que los niños, de pequeños están para comérselos y de mayores te arrepientes de no habértelos comido)

Más o menos es así.

Más o menos es así.

Tuve un sueño:
Dos enormes patos volaban rasantes y tiraban de mí arrastrándome por la superficie de un río enorme. El río no era sino un río de gente que me empujaba porque no me quería y me devolvía al aire de donde provenía y los patos no querían sino dejarme caer. Tropecé con multitud de cabezas, de puños y de rabia hasta que alguien no me empujó sino que me recogió y me guardó en su bolsillo. Allí hice mi vida y aquí estoy.
A ella le ocurrió igual que a mí, nada más que fui yo quien la recogió en mi río, la metí en mi bolsillo y aquí está.
Ahora estamos cada uno en el bolsillo del otro y a veces nos preguntamos qué pasará cuando tengamos que tirar nuestros pantalones por viejos.

Me ducho y adiós calor (I) y (II)

Me ducho y adiós calor (I) y (II)

Me ducho y adiós calor (I)
Pongamos que se trate de Agosto en una habitación cerrada, oculta con persianas al fuego de las cinco de la tarde. Pongamos una cama húmeda de calor. Pongamos un cuerpo brillante, de oscuro pelo mojado, de labios rojos de sed. Pongamos una siesta profunda enterrada entre almohadas. Pongamos en fin, un brillo luminoso de aceite de sudor.

Cuerpo desnudo, asfixiado, hielo ardiente derretido, castigado por el dulce látigo de la luz del mar.

No puedo más. Un pié en el suelo fresco y me animo a buscar la ducha. Las gotas de sudor nacen como lo harían en el origen de un río: revueltas se abrazan, se funden y caen por peso en mitad de mi camino al cuartucho de baño.

No cierro la puerta. ¿Para qué?. No espero a nadie. El pié de ducha está encajado al fondo, justo después de la pila para lavarse la cara, del bidet y del Asiento Real. Es un sitio muy estrecho y muy cálido.

Impaciente miro al techo cerrando los ojos y abro el grifo. Recibo un chorro de agua que se evapora al mojarme. Abro la boca y pido más: quiero penetrar en la cañería y recibir el bálsamo de un agua fría que resbale por entre todos los rincones de mi vida, y me lleno de vida la boca y dejo que fluya y se derrame y se estrelle contra el suelo y se la trague el desagüe.

Me ducho y adiós calor (II)

Tan estrecha la ducha que toco con mi espalda el suave tacto del alicatado. Mi calor siente una punzada de frío y algo me recorre desde la nuca a los tobillos.

El grifo cerrado. Las últimas gotas de agua caen lentas, distanciadas, perezosas sobre mi cabeza e inconscientemente alzo la boca y la abro para beberme la última... que no llega.

Y trago saliva y comienzo a sudar, aunque de otra forma.

Juego con abrir unas gotas y dejarlas resbalar por entre mi espalda, y me muevo hacia ellas ofreciéndome, primero la cara, luego los hombros, luego las piernas y me doy la vuelta y dejo que se suiciden, lentas, en mi culo.

Y trago saliva. Enrojecida la piel, tenso el cuello y trago saliva.

Busco el jabón, lo humedezco y comienzo a frotar con los ojos cerrados mi cuello, pezón de un lado, cadera, ombligo, vientre, pezón del otro lado hombro , brazo, mano, cadera, piernas, de una a otra, de una a otra.

Y trago saliva. Durante muchos minutos. Muchos.

Me dejo dominar por mis manos, retardando el contacto que me hará cerrar los ojos de forma tranquila, sin esperar lo inesperado sin buscar lo encontrado sin enredarme en un lago de hilos dulces, como la piel de tu sonrisa, como el tacto de tu boca, como el sol de tus dedos... tus dedos... flotan hacia mí... dentro... como la arena de la playa , como el mar turquesa de una gruta esclava de las olas, como el viento que te nombra... tu voz que me llena y me relaja, que me recubre y me posee, que se cae entre mis brazos agotándose, dejándose ir a mis manos... mis manos... que son plumas que presionan, que resuelven, que frotan con frotes de nubes, de espuma de jabón...

Me dejo caer sin fuerzas, aún encontrando placer, y en cuclillas, abriéndome lo que la estrechez del baño me permite, busco nuevas gotas de agua... gotas de agua que no han dejado de caer, tan ligeras sobre mi cuerpo, sobre mi cara, sobre mi boca, sobre mi lengua, y las trago, para apagar mi sed, las bebo para enfriar mi calor y revuelvo la cabeza para que se repartan por donde ellas quieran.

Dedos que exploran. Y trago saliva. El cuello tenso, buscando el cielo.

Y el frío del alicatado se mezcla con el calor del sudor, con el frío del agua y con el calor del placer y empujo hacia arriba la pelvis en busca de lo que no está aunque mi imaginación lo dibuje, mis ojos lo vean y mi corazón lo sienta.

Sí. Respiro tan caliente que me quemo con el aire de los gemidos que alguien invoca, con lo ininteligible del éxtasis que alguien sufre, con los salvajes balanceos buscando fríos que me hagan sudar.

Sí. Síííííííí. Síííííííi. Siiii. Sii

Caigo. Silencio. Rendición. Gotas frías en mi nuca. Tiempo. Inerte. Tiempo. Ojos cerrados. Tiempo...

Me levanto, me lavo, salgo a mi habitación, busco la cama, me desparramo en ella y me entierro entre almohadas. Pienso.

Tarde

Tarde

Ayer llegué tarde a mi entierro.

Estaban todos reunidos llenando de lágrimas amargas mi dulce cajón negro, brillante como el azabache. Por dentro, estaba revestido de suave seda roja replegada una y otra vez contra las paredes. Y en ese vacío me aguardaba mi descanso eterno. Pero como siempre me pasa en los grandes acontecimientos de mi vida y de mi muerte, tuve la indecencia de aparecer veinte minutos tarde. Pero aunque me vieron llegar sudando y alisándome con prisa las arrugas de la corbata disimularon muy bien el “no verme”.

Si, sí, ya se que tropecé con un candelabro y su velón encendido, que nos caímos al suelo con mucho estrépito la vela y yo, que todo el mundo se asomó a ver el fuego que devoró los periódicos de la sala y que cuando se daban cuenta quién era el incendiario, se les empañaban los ojos de indiferencia pudorosa, de un no querer ver para no tener que verme.

Sí, sí, ya se que el que me ayudó a levantarme y a meterme en el ataud ni siquiera era de mi entierro, que era el protagonista de uno vecino, que, como luego me dijo, le dio apuro ésta mi situación tan embarazosa:

“Claro, es que si no hubiera llegado usted tarde, le habrían introducido en su atezado nido”.

“Usted perdone, oiga, pero es que no me salía el nudo de la corbata”

Y como había ya un poco de familiaridad en el trato, iniciamos una conversación trivial mientras introducía mi pié en la caja.

“¿Y usted de qué se ha muerto?” pregunté.

“Pues de una cosa muy rara, oiga. Me partió un rayo”

“¡Uy! Ayer le dije a un cobrador del frac, ¡Anda y que te parta un rayo!, entre otras cosas no muy agradables.

“¡Ah!, Pues entonces fue usted”

“Ay que ver qué cosas. El mundo es un pañuelo. Permítame disculparme.”

“No, si ya no tiene remedio”

Y claro, se fue mosqueado. Cosas que pasan y que no se pueden evitar.

Cuando ya me centré en mi papel, muy serio, muy inexpresivo, muy glacial, deposité las manos sobre mi vientre y me eché la última mirada en un espejo de vitrina que había frente a mí y que me devolvía todo el esplendor de mi imagen, y lo que ví me sonrojó hasta el punto que alguien llamó al médico del tanatorio sospechando que había vuelto a la vida, porque incluso cambié el gesto adusto por una gran sonrisa.

“Mira que muerto más alegre” oí decir a alguien.

“¡Qué indecencia! Escuché a otro. “Mira que venir desnudo a su propio entierro”

Forcé aún más la sonrisa (mi corbata me llegaba sólo hasta el ombligo)...

Decisiones difíciles

Decisiones difíciles

Me partiría por la mitad. Me iría a donde voy a ir por estar cerca de lo que quiero y porque realmente ha sido lo que he estado buscando desde que cambié, pero también me quedaría por la gente que me dio su confianza, por la gente que me aseguró un cariño y una complicidad, porque sé que se van a quedar en cuadro y hubiera querido que no ocurriera, porque van a pasarlo mal hasta que no encuentren sustitut@, y puestos a darle vueltas a la cabeza porque a lo peor les echan en cara que hubieran contratado a alguien que vivía lejos, que estaba claro que se iría un día. Y además yo lo voy a hacer casi sin avisar.

También me quedaría por el mar...

Llevo sin dormir una semana entera. La conciencia me grita y haga lo que haga me gritará. En fin...

Palabras de más

Palabras de más

De risas la tarde llena....

Y cómplices de un momento...
..............

Las gotas de calor nos recorrían libres, incordiantes...

- Me gustaría ser multiorgásmico...
(Me mira y le entra el descojone)
- En otra vida, cariño, en otra vida.
...Y seguimos...

- ¡Cuarentón!
(Bocado en su cuello)
- ¡Ja,ja! ¡Orgasmán!
(Cagontó)
- ¡Así no hay manera! ¡A ver si estamos...!
- ¡...en lo que estamos! (interrumpe ella)
(Notedigo)
(Y venga gotas de sudor)
- ¡Pues no me voy a concentrar ¿eh?!
- Ja,ja Pues no te concentres.

...
- ¡¡Ja,ja,ja,ja!! ¡Multiorgasmán!
(Joer qué cabrona. Que me ha desconcentrado)
..........

Entonces se dio la vuelta, me miró, se incorporó y lentamente dispuso las rodillas sobre mis caderas hasta encontrar mi deseo perdido. Se volcó hacia detrás, me sujetó las piernas y dijo con un suave susurro chillón:

- Tonto... Déjame a mí ...

...................!!

Sudor

Sudor

Una fina piel de calor se había fundido en sudor.

El sudor pica, es pegajoso al tacto y molesto porque gotea desde todos los sitios y a la vez, y te faltan manos para apartarlo de tu cara, de tu cuello y de tu camisa mojada que te gustaría quitarte pero que te es imposible por aquello de mantener ciertas formas sociales.

Al mismo tiempo el sudor significa soñar con un martini helado, con sus olivas, una en cada punta del palillo, su porción de limón para chupar ácido cítrico cuando quieras y mezclarlo con el sabor del rojo en una playa mediterránea (por ejemplo) de aguas transparentes, morenos impresionantes y sonrisas blancas.

El sudor es ajetreo. Y es también golpeteo de corazones. Sudas cuando amas. Sudas mucho. Ella o él, también. Y siempre recordaré el brillo de cierta piel de amante. Destellos de una luz naranja de aquellas velas mezcladas de olor, de cubito de hielo abriéndose camino entre el cuello y luego la clavícula y después la espalda, de erizar de vellos a su paso dejando hilillos de agua que se encharcaban en el hueco del final de la columna vertebral. ¡Ay!

El sudor es música. Es Otis Redding silbando soul, sentado en el muelle de la bahía. Es JuanLuis Guerra queriendo ser un pez que respira burbujas de amor. Es Burning preguntándose qué hace una chica como tú en un sitio como éste. Es Luz Casal pensando en mí. Es Aute pidiendo que no te desnudes todavía, que esperes un poco más. Es Silvio Rodríguez deseando un rabo de nube. Es esa canción vuestra en la que ahora piensas y que golpea fuerte a tu deseo un palmo mas abajo del ombligo.

El sudor es hambre de agua, sed de helado de chocolate, cansancio por culpa de una siesta de verano, relajación al final del partido de tenis, es lana de manga larga en Agosto, es un desierto, es un agobio, es una mentira a la cara, es una lágrima desde la ceja, es una mirada profunda, es una noche de San Juan sin aire acondicionado... es Verano... puro y duro. Vacaciones...

Me voy a Aguilas a disolver esa fina capa de sudor, a buscar noches de luna que alumbren nubes de colores, a desnudarme en el mar, entre el sol y la fina arena. Nos vamos todos a intentar disfrutarnos... Y durante un montón de días.

Hasta siempre a tod@s. Un beso muy fuerte de este mox cojonero que os echará de menos, seguro.

Silueta

Silueta

El otro día, mi mayor se tumbó en el parque y un amigo suyo, con una tiza le pintó su silueta. Nos quedamos los tres mirándola sin decir nada. A mí me entró el canguelo y para romper un poco los pensamientos de todos dije que la cabeza había salido un poco pequeña. Se rieron. Pero no nos movimos, los tres con la mirada fija y cada uno con sus propios pensamientos. Y yo con el canguelo.

No me resístí más y me tumbé para que me hicieran la silueta. Y se rieron aún más cuando vieron que mi cabeza era aún más pequeña que la de mi hijo. Yo no me reí. Sólo pude tragar saliva.

Estaba con el canguelo .

Cuento con ventaja (y V)

Cuento con ventaja (y V)

Lola se quedó sola en la bodega. Le gustaba la soledad. Le decía cosas al oído que la gente jamás afirmaba y las palabras que empleaba eran sinceras, claras y de colores. Decidió esperar a los entorchados porque tenía la esperanza de embarcar con ellos y volar por medio mundo, tocar de cerca las nubes, oír el romper de la mar en la quilla de barco mientras el viento golpeaba insistentemente su cara. Se arriesgaba a la mala fama de Murdock, a ser pasto de los tiburones, a ser jirones de piel azotada en la cubierta, a ser colgada de los pulgares de la vela mayor, a ser disparada atada a una bala de cañón, incluso a que la convencieran de convertirse en pirata.
La música arreciaba y se columpiaba de cuerdas, bisagras de compuertas y bases de retroceso de cañones, jugaba entre los brazos del ancla, los barrotes de las jaulas de los voluntarios presos-mitológicos y salpicaba a las olas del mar.

Se asomó al ruido de una campana que tañía a difunto y pudo ver un gran bote con veinte marineros iluminado por antorchas. Y de pie, en la proa, flanqueado por dos nuevos visitantes, Murdock. Un ruidoso griterío propio de aves carroñeras que nacía de las gargantas de los remeros (“¡¡Boogad!!... ¡¡Boooogad!!”) se mezclaba con la oscuridad, el calor, la ansiedad, la soledad y el futuro.

Mox Moxcacoja Murdock apareció en cubierta y una actividad frenética lo acompañaba. Un marinero desembarcó la campana, pero hicieron falta cinco hombres para descargar una bella caracola gigante poblada de nácar, veteada de azules y ocres y depositarla en cubierta, e inmovilizarla entre dos barriles de ron. Subieron también a cubierta Muralla la meiga, y una trapecista que con un prodigioso salto de lokura alcanzó las mayores alturas del barco y de sus sentimientos. Mox paseó por el barco en busca de novedades. No hizo caso de las bodegas y directamente se dirigió a coco que en esos momentos llevaba puesto una peluca de todo a cien tipo Espinete. y le había crecido una nariz bombilla con puntos negros de dálmata. Hablaba en árabe pero se cansaba pronto y cambiaba al ruso, luego, cambiaba al portugués y al final terminaba hablando Watusi. Decía a su otro yo que el cuerpo de mujer era lo que le faltaba para entenderlas, pero ahora que lo tenía estaba desorientado porque no sabía lo que pensar de los hombres. Ordenó que lo sacaran de la jaula de oro y le dio una dirección donde repartían chocolates de todo el mundo. Allí tendría que contar una vivencia y un recuerdo. En hebreo cambiando a Navajo y terminando en alemán, coco dijo no recordar ninguna vivencia pero que hablaría con su cabeza si el dueño del chocolate era mujer o con su tripa si era hombre. Cuando después de esperar siete vueltas se encontró con Amelíe, y tras siete sonrisas y un te veo con el tanga y no me lo creo, comenzó a transformarse otra vez en coco, hablaron de su encuentro en otra vida paralela y ... pero bueno, esa es otra historia que no vamos a contar aquí.

Lola, Muralla la meiga, Lokura la trapecista y Mox conversaron en el embarcadero junto a la playa durante cinco días y cuatro noches. La quinta noche se despidieron. Mox sopló largamente por la caracola gigante y esa llamada sorda rompió la noche. Al mismo tiempo, Muralla realizó un conjuro y lokura dejó caer una amapola roja y se montó en una onda de sonido y cabalgó columpiándose como Pinito a 356 metro por segundo. El mar se abrió al paso de la onda, dejando un pasillo por donde Lola comenzó a andar. Justo entonces todos vieron el desdoblamiento en dos Lolas. Una de ellas se volvió y con voz clara gritó. “Soy Kea y guardaré vuestro secreto en el lado negro del espejo” y corrió hacia Lola, que se había adelantado para refundirse de nuevo en ella.

Muralla hizo una gran queimada a la que pudo invitar a las personas que más quería y tuvo la enorme satisfacción de ver cómo TODOS SIN EXCEPCIÓN acudían a su conjuro...

Lokura viajó, saltó e hizo equilibrios y al final encontró lo que necesitaba: una duda deshecha en un Sí, claro que contigo aunque a pesar de mí.

Y colorín colorado este cuento se ha.....

Guardé mi barco en el bolsillo y sonreí tranquilo.

Cuento con ventaja IV

Cuento con ventaja IV

En aquellos nueve días con sus nueve noches no habían sentido miedo, dudas ni envidias. Tan sólo un deseo incontrolable de que nada cambiara. Por eso, por estar tan satisfechos de sus vidas no vividas, quisieron compartirlas y se invitaron los unos a los otros a recorrerlas.

Pero a mitad de la novena noche del noveno día, a mitad de una noche que resultó ser de luna nueva, despertaron y volvieron a la vida que realmente vivían. A lo lejos, mezclados con los sonidos del mar se dejaban oír estrepitosos gritos poblados de silencio. Se asomaron por la borda y entre la oscuridad más cerrada vislumbraron claramente dos grandes antorchas y aquellos compases rítmicos de remos chocando contra el agua. Y gritos. Oscuros y salvajes.

La música envolvió ahora los destellos de las llamas y los reflejos que nacían de las aguas, y sonó íntima como cuando la interpreta quien la compone. Al momento, todas las puertas del bergantín se abrieron, como si sonrieran a la llegada de los entorchados. Las llamadas para que las atravesaran arreciaron y sabiendo del poco tiempo que disponían, los amigos decidieron descubrir las entrañas del barco.

Una lluvia de monedas de oro los recibió. Un resplandor de collares de perlas, bellas ánforas decoradas con oro blanco y rubíes, brazaletes lujosos desbordando diamantes esplendorosamente tallados y cofres de plata llenos de promesas de riquezas y que se amontonaban por todas las esquinas, los cegó. Lola explicó casi sin tiempo la maldición de Murdock sobre quien sacara las monedas del velero, explicó también los poderes de un mantel de oro y esmeraldas y de lo que ocurría con los que quisieran liberar a los enjaulados.

Rosi encontró rápidamente el mantel de oro y esmeraldas, lo levantó y se metió debajo. Allí estaba ya luna y parecía que la esperara. Ambas se sonrieron sin dificultad y continuaron sonriendo cuando recogieron el mantel, corrieron a cubierta y se tiraron por un tablacho que estaba allí que ni a propósito y que enseguida sospecharon era el soporte de los últimos pasos de los condenados a los tiburones. El mantel se disolvió de inmediato, pero comprendieron que los desánimos no pueden marcar vidas, que sonreir es la única forma de abrir puertas con la gente y que cuando una tempestad las obligue a resguardarse dentro de ellas mismas, tarde o temprano el sol borrará cualquier charco de tristeza.

Amélie probó un poco de todo, pero lo que más le fascinó fue el sabor del chocolate de unas monedas de oro que bajó a tierra, así que subió a por dos cofres de monedas traídas de los cinco continentes y que, claro está, se convirtieron en chocolates originarios de todos los rincones del mundo. Pero precisamente esos cofres eran los dos únicos de toda la bodega que no tenían fondo. Quiero decir que eran inagotables, y contra eso, la maldición de Murdock nada podía hacer. El tesoro lo encontró poco después, cuando, con cada mensaje que enviaba a la gente, adjuntaba un archivo de chocolate y cada vez de un país distinto y cada vez más y más sabroso. Ni que decir tiene que al poco tiempo su casa era un hogar para cualquier amante del chocolate. Un día se despertó al ruido de un incesante murmullo. Al asomarse a la ventana vio una interminable cola de gente que daba siete vueltas a su casa y que habían venido a intercambiar con ella alguna moneda de chocolate por un recuerdo y una vivencia.

Lu, no quiso ningún tesoro y, directamente se encaramó al puesto de vigía en el palo mayor y allí pudo hablar con el aroma salado que destila el mar al amanecer. Hablaron de Historia, de historias, de caricaturas, de esfuerzos, de proyectos de hombres y de mujeres... tan encantado estaba el aroma salado del mar al amanecer con ella que decidió envolverla para siempre y no separarse ni en los cumpleaños, ni siquiera en los años que cumplía un año de menos (Sí, sí. No extrañaros, que sus alumnos, al cabo de años sin verla le decían. “Pues yo te veo igual que siempre” “Parece que por ti no pasan los años” y muchas otras cosas más que se suelen decir a las personas que dejan huella).

Malasanta se alejó de lo profundo del bergantín y cuando salía a respirar aire fresco, se encontró con dos ojos que lo miraban profundamente. Se acercó con curiosidad al rincón más oscuro del barco y dejando que sus sentidos se acostumbraran al negror de la noche pudo ver enjaulado a un cuerpo de hombre con cabeza de mujer que le suplicó que abriera la puerta de su jaula, una puerta que no poseía ni candados ni cerrojos que retuvieran involuntariamente a nadie. A su lado estaba coco aún explorándose y se le veía muy feliz conversando con su otro yo, despotricando de los hombres y negándose a ser tocado por uno de ellos. Estaba tan excitado que mezclaba el inglés, con el castellano, con el francés y con el griego, aunque se le escapó también alguna que otra palabra en mandarín. Malasanta volvió a mirar esos ojos de nata, esa voz de jazmín, ese pelo de viento y abrió aquella jaula sin candado. Al salir, el hombre con cabeza de mujer mostró también alas de avestruz y piernas de caballo. Malasanta tomó su ala y con esperada sorpresa aguardó a la lenta transformación en mano de piel apaciblemente dulce. El resto de suaves mutaciones que admiró no afectaron al rostro de nata, viento y jazmín. Ahora disfrutan juntos lejos del mar rodeados de montes, de suegros y de perlas que dan besos y abrazos de buenas noches.

Cuento con ventaja III

Cuento con ventaja III

Viene del 4 - 6 - 05

La pasarela de madera reluciente invitaba a subir. Delante del barco todos se fijaron en el mascarón de proa, una sirena de caoba negra, que se agitaba porque una red la había capturado, dejaba flotar sus cabellos a lo largo de la embarcación hasta la quilla y hasta la popa, envolviéndola, acusándola de peligrosa, de guardar lo que nadie quisiera descubrir, de esconder desconocidas burbujas dulcemente venenosas, que explotaban silencio de aire, en mitad de toda la nada.

Dos delfines saltaban mágicos en aguas de la bahía jugando con los naranjas del cielo.

Por lo demás el barco resultó ser un bergantín estilizado con tres mástiles cargados de velas bien recogidas, casi con mimo, con una rudimentaria veleta en lo alto del palo mayor en forma de estrella de mar y que destilaba la curiosa sensación de que se haría a la mar al pisar la cubierta.

El grupo no se lo pensó más, recorrió la pasarela y entró. Coco, detrás, aislado por todos, no parecía importarle nada más que la incomodidad de su cabeza de hombre que miraba con curiosidad mal reprimida los recovecos de su cuerpo de mujer. Diríamos que estaba contento en su contradicción y se fue a buscar un rincón solitario donde explorarse debidamente y algo más, claro. Nadie lo echó en falta porque todos lo ignoraron desde que lo vomitó el agujero. Encontró una jaula de oro escondida en el último rincón oscuro y allí se quedó.

En el bergantín, todo estaba muy reluciente, como si el mar hubiera barrido con una ola brava toda la superficie de cubierta, como si Neptuno hubiera mandado a sus hijos a prepararle un hogar con el que surcar océanos. Las puertas cantaban la canción de la curiosidad “Ven a mí. Atraviésame. Penétrame. Descúbreme”. Y la música, ausente hasta ahora, envolvió los rayos del sol y los reflejos del agua, envolvió las gargantas y los corazones de cada uno y les hizo mirarse y luego, sin saber por qué, cerrar los ojos y volar. Rosi voló a las nieves del Himalaya, Lu, voló hasta el hogar de las ballenas y los delfines, Amélie voló hasta vivir su libro más querido, Malasanta voló hasta el futuro y comprobó que la partida la había ganado él, Luna voló hasta una cama de amantes y la llenó de amor y lola voló hasta su infierno y logró reírse de él con la carcajada más sincera.

Cuando abrieron los ojos todos vieron lo que cada uno hacía en ese momento y hablaron y se aconsejaron y se rellenaron de paz y de esperanzas cumplidas. Incluso terminaron por invitarse mutuamente a sus destinos. Estuvieron así, disfrutando de su viaje, nueve días con sus nueve noches.

No sabían que ni siquiera se habían movido de allí. Pero tampoco les importaba. La vida que, sin vivir, les regaló ese viaje, les sirvió para preparar en paz el momento de la elección.

Cuento con ventaja II

Cuento con ventaja II

Viene del 29 - 5 - 05

Lola siguió hablando como si su cuento no fuera especial, como si no supiera que la vida de sus personajes dependía de sus palabras y como si no supiera que si los embarcaba en mil y un vuelos era porque en realidad ellos lo habían escogido así.

Coco escogió volar hasta la isla en un tanga de leopardo creyendo acudir a una cita secreta. Lunaaaaa en cambio recurrió a su corazón dorado de diamante y cuando aterrizó en la isla, sus reflejos cálidos compitieron con los rayos del sol. Malasanta simplemente hizo un viaje astral y se materializó en la orilla de la playa Todavía conservaba el calor del abrazo de una niña pequeña al darle el beso de buenas noches. Rosi se subió a lomos de su canción más querida, que al mismo tiempo le servía de poema-almohada y llegó en suave sueño. Lu, navegó por debajo de las dunas, por encima de las nubes y entre dos mares y apareció radiante cubierta de pequeños pétalos rojos, obsequiando con exquisitos besos marinos. Amélie visitaba una exposición en una galería cercana a casa y descubrió un cuadro de colores que le guiñaba los ojos cómplices. No lo pensó dos veces y se introdujo en él porque quiso descubrir si sus sentidos le decían la verdad sobre aquellos colores.

Lola me explicó que todos se conocían de vista, pero que nadie había hablado con nadie. Por eso los presentó.

Se sentaron cómodos a contemplar el atardecer y, sin esfuerzo, hablaron hasta el amanecer, de sus vidas, de sus vidas inventadas y de los miedos que mordían sus sueños. Danzaron sinceros y aligeraron sus almas. Y entonces se enteraron de la historia del Barco que Siempre Espera, y decidieron buscar tesoros entre risas curiosas y deseos atrevidos.

Lola eligió bien el camino porque avanzando entre senderos difusos cruzaron rápidamente la isla. Al fondo, brumas de desayunos, espejos empañados de sudor, promesas de calor frías y el Barco que Siempre Espera.

Se miraron, sonrieron y reemprendieron la caminata, esta vez a través de un campo yermo, con polvo pesado y huellas profundas que rompían la fina película de un mar de barro ya resquebrajado. No avanzaron ni cien metros cuando mil y un agujeros de bocas hambrientas pobladas de colmillos de tigre tan fieros como hermosos rompieron la tierra reclamando algo más que un tributo de sangre. Coco les dio hasta su vida cuando se arrojó de cabeza al agujero más grande y sin embargo bellamente siniestro que divisó. Al momento el ataque se detuvo y las bocas se transformaron de nuevo en barro seco.

Y de pronto, un sonido parecido al de un escupitajo desde el centro del mundo. Algo que volaba y caía como un vulgar escupitajo. Un tanga de leopardo con patas de elefante, alas de gallina, cuerpo de mujer y cabeza de hombre envuelto en babas pegajosas. Se les heló el alma. Prefirieron ignorar. Siguieron su camino rápidos, no fuera que el barro tuviera más hambre.

Cuento con ventaja

Cuento con ventaja

La ventaja de este cuento es que no termina cuando acabas de leerlo, sino que es entonces cuando empieza. Por eso hay quienes lo confunden con sueños prohibidos, de esos que se tienen pocas veces en la vida y que sirven para provocar un giro en su rumbo: O evitar que te encamines a un determinado puerto, u obligarte a amarrar frente a una isla de caníbales.

El cuento se vive en una isla repleta de agujeros que se abren y se cierran como bocas-trampa. Si por desgracia te come uno de ellos, te conviertes en una mujer con cabeza de hombre, alas de gallina y piernas de elefante y a partir de entonces los demás dejan de quererte. Por eso tienes que sortearlos y llegar al Barco que Siempre Espera.

El Barco que Siempre Espera esconde en sus bodegas un mantel de oro y esmeraldas que reluce en las tempestades, te abriga en los desánimos y te hace despertar cada día con una sonrisa, cosa muy extraña en los tiempos que corren. Pero a pesar de ser un tesoro tan valioso, la gente no lo escoge, porque al fin y al cabo es un simple mantel. A la gente le puede más los cofres repletos de monedas de oro, pero lo que muy pocos saben, es que al bajar a tierra firme, el conjuro de los piratas del malvado Capitán Murdock las convierten en monedas de chocolate.

Hay también otro tesoro y es la salida de las bocas-trampa. Bueno, digo tesoro por llamarlo de alguna forma. Veréis. Encerrados en jaulas y apiñados junto a huesos y calaveras, las mujeres con cabezas de hombre, alas de gallina y patas de elefante que no se hayan suicidado al ver que nadie les quería te suplicarán que los liberes. Si lo haces, volverán a su aspecto habitual y te deberán algo más que la vida. Pero claro, entonces saldrás de allí convertido en un auténtico pobre. Ha habido quienes se volvieron locos al ver que se transformaban en pobres teniendo tan cerca todos los tesoros del mundo.

Aquí termina el cuento. Pero recordad que este cuento tiene una ventaja. Comienza de nuevo cuando escojáis un tesoro. Y por supuesto no dejes de pensar en que puede cambiarte la vida. Así que elige con cuidado.

Tres

Tres

- Te deseo tres cosas:

Que consigas una mirada que te sostenga en tus momentos valle.
Que consigas unos dedos que jugueteen con tu espalda y tu boca.
Que consigas una almohada donde descansar y agotarte, llorar y reír, sentir y querer.

Grabó en su mente toda la habitación, su vestido, sus manos, su cuerpo, las cartas, la cama, su cara y sus propias lágrimas y el ruido de la puerta al cerrar una etapa de su vida...

Cuento de Moxhijopequeño a Moxpapi

Cuento de Moxhijopequeño a Moxpapi


En la cama, nos vamos a dormir y lo convenzo para que me cuente una de sus historias, y más o menos me sorprendió así. Empieza él.

- Me sé dos
- El que quieras.
- ¿El nuevo?
- El nuevo. (Je, je ,je. El viejo se lo pediré otro día).
- Vale. Esto era una vez un caballo que se llamaba Sestín.
- ¿Cómo? (y por dentro estoy descojonado de risa. Menudo nombre se ha inventado)
- Sestín, papi. Estaba casado con una caballa. Pero era una caballa muy mala.
- ¿Ah, sí? ¿Por qué?
- Porque era de color naranja, amarillo, lila y rosa. Entonces el caballo luchó contra la caballa y le metió un patada que le rebotó. ¿Sabes lo que es rebotar?
- No. ¿Qué es rebotar? (no me puedo aguantar la risa y me río, pero no se mosquea y sigue con su lengua de trapo explicando el cuento)
- Rebotar es que te dan una patada y se te pone la picha en el culo y al revés.
- ¿Cómo, cómooo? (escandalizado)
- Sí, que se te pone la picha donde está el culo y el culo donde está la picha.
- Pues eso duele.
- Sí.
- Sobre todo cuando vas a hacer caca. (Silencio. Lo piensa. Más silencio. Y se ríe a carcajada limpia. Le pido que baje la voz, que como entre su madre nos dará tirones de orejas por estar contando cuentos y no dormir, que es lo que tendría que hacer a las diez de la noche ¿o debo decir tarde?, porque todavía hay luz solar).
- Pues el caballo le da una patada a la caballa y la caballa otra al caballo y luchan y...
- ¿Y no hay besos ni abrazos?
- ¿...?
- Sí, como los que me das tú cuando llego a casa o los que te doy yo cuando te veo contento.
- Sí que hay.
- Es que es mejor que los caballos se den besitos y abrazos apretados y que coman fresas con nata y que se rían y se lo pasen bien.
- Sí.
- Mejor que darse patadas y hacerse daño. Luego sabes que lloran cuando se pegan.
- Sí, pues bueno, y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Nada. Ni caso.

Cuento de Moxpapi a Moxhijopequeño

Cuento de Moxpapi a Moxhijopequeño

Érase una vez un dragón encerrado en un castillo que, llorando, gritaba:

- Por favor. Sacadme de aquí. No quiero estar encerrado.

Un día pasó un caballero que escuchó los lamentos del dragón. Así que se montó en su caballo y con una lanza mágica corrió hacia el castillo. En cuanto tocó la puerta con su lanza mágica, el castillo se derrumbó y el dragón que sabía volar huyó por el cielo no sin antes decir:

- Te estaré eternamente agradecido y acudiré a una llamada tuya. Adiós.

El caballero continuó buscando y justo a la entrada de un bosque, unos ladrones le quisieron robar. Eran al menos cincuenta y el caballero no tuvo más remedio que pedir socorro a gritos.

Un cazador armado con arco y flechas acudió en su ayuda. El jefe de los ladrones recibió una flecha en todo el culo y llorando de dolor dijo:

- ¡¡¡Retiradaaaa!!!. Vámonos de aquíííí.

(Je,je ¿En todo el culo?) (Sí)

El caballero le dio las gracias al cazador, el cual, como si nada hubiera ocurrido siguió cazando. Descubrió un pavo que comía gusanos en mitad de un prado y le acertó con una flecha. El pavo se lamentó.

- ¡Ay!, ¡Ay!. Qué daño me has hecho.

El cazador no podía salir de su asombro.

(Papi, es que el pavo habló y los pavos no hablan. Sólo hacen gluglugluglú)

En efecto. Era un pavo sorprendente porque hablaba y el cazador no se lo podía creer. El pavo contó su historia.

- Soy un príncipe de un país vecino al que una bruja mala convirtió en este pavo que ves. He venido hasta aquí para buscar a un dragón que habita en el castillo de detrás de esa montaña porque tiene una poción para anular el hechizo.

El cazador se ofreció a escoltar al pavo al castillo. Cuando llegaron, el castillo estaba destruido y no había dragón. El pavo, desesperado se puso a llorar.

A todo esto, acertó a pasar por allí el caballero de la lanza mágica que volvía al castillo que destruyó para salvar al dragón. En pocas palabras, el cazador explicó la situación del pavo y entonces, el caballero llamó al dragón.
En menos de un segundo el dragón apareció en el cielo y aterrizó y cuando el caballero le contó la situación del pavo, el dragón rebuscó en su mochila.

- Hum,... Este brebaje para que los niños crezcan... No. A ver... Este brebaje para convertir leones en moscas.... No. ¡Ah!, ¡Sí! ¡Aquí está!. Este es el brebaje para desconvertir los pavos en príncipes.

Cuando el pavo lo tomó se oyó:

- Glú, Glú, Glú (por eso todos los pavos hacen esto, para intentar convertirse en príncipes).

Y se convirtió en un apuesto príncipe, que emocionado, dio un beso al dragón, el cual, inmediatamente se transformó en una adorable princesa. Ante los asombrados ojos de todos contó su desgraciada historia y cómo una bruja la convirtió en dragón hasta que se rompiera la maldición con un beso.

Se dieron las manos y se abrazaron apretados y comieron naranjas con canela, sandía con pepitas de oro y nubes de algodón de azúcar.

- ¿Y se dieron besos de amor largos?
- Sí y muchos y en todos sitios... quiero decir, en la cocina, en el comedor, en la playa...Y colorín colorado este cuento se ha ....
- ¡¡Acabado!!
- ¿Te ha gustado?
- Sí, papi. Pero otra vez no tardes tanto que tengo mucho sueñooo. Acuéstate conmigo un poquito pero callado.
- Vale. Buenas noches.
- Buenas noches papi.

Y colorín colorado así se durmió.

Perder

Perder

Cuando una historia cruce tu imaginación galopando en un caballo blanco con alas de fuego. Cuando un agujero se abra a tus pies y te trague para volver a nacer desde el útero de tu madre, rodeado de sangre y líquido amniótico, ciego y con miedo porque tienes segundos para aprender a respirar antes de morir (o vivir si lo consigues). Cuando desnudo en una noche de verano busques en el mar una sirena que cante versos bañados de pasión desahuciada, de desamores enamorados y de desganados roces de carne. Cuando te pongas el sombrero de la verdad, las gafas de ver las almas, los zapatos voladores, el sexo invisible o los guantes de hacer maravillas. Cuando tus amigos tristezeen, tus enemigos alegreen, los indiferentes descurioseen y te quede la última vida del juego.

Avísame. Hay cosas que nadie se debe perder.

Mochilas cargadas

Mochilas cargadas

Hay días en los que la mochila se te carga de miradas desafiantes, ecuaciones sin resolver, manuales inútiles por escasos, prisas, calores y poco sueño.

Hay días en que piensas que eres el urinario de todos los niños del mundo y que te reflejan que quieren ser los reyes del mambo y no saben cómo llamar la atención. Si hoy grité y no funcionó, mañana reiré a ver si consigo alguna conquista.

Hay días que te sientes el ombligo del mundo hasta que levantas la vista y ves que no, que estás rodeado de ombligos, a cual más orondo, profundo y peludo. Y cuando lo comprendes y quieres hablarlo, los ombligos que te rodean se dan media vuelta y se siguen automirando, que para eso son ombligos hechos y derechos... bueno siempre hay ombligos que son menos agujero y más oidos y a la postre son con los que me tomo el café.

Mañana toca sacar cosas raras de la mochila y desprenderme de ellas con risas.

Embotellamiento

Embotellamiento


Escuché el pequeño gran grito desde la cocina y, extrañado, rebusqué en la galería y entre el geranio y el romero, encontré a Tarzán agarrado a una liana, con un tropel de monos comandados por chita detrás y Simba persiguiéndole.

Así que los metí a todos en un frasco de cristal, que no quiero líos, que luego se me quejan los vecinos del escándalo que llevamos en casa y no es plan. Cuando llegaron mis críos, le metieron un trozo de plátano para que comieran y me preguntaron si harían capullos de seda, como los gusanos. Les dije que no, que como mucho habían hecho el capullo huyendo de la selva y que había que devolverlos.

Mi mujer me dijo que la única selva que conocía era la de las grúas a las afueras de la ciudad. Y allí, efectivamente, todos los cientos de edificios nuevos tenían al menos una con un enorme brazo contrapesado del que colgaban como lianas cables de acero. Te podías imaginar a los monos peleándose con los albañiles y tirándoles ladrillos, a Tarzán luchando a brazo partido con el promotor y me gustó la idea.

Dicho y hecho. Todos al coche. Canciones de viaje (Hola don Pepito, la Gallina Turuleta, Winky-Winky araña, el barquito chiquitito y el veo veoo ¿qué ves?...), con los monos y Simba vomitones (paramos dos veces) y al fin llegamos al embotellamiento.

Los niños aplaudieron porque esta vez, el Ministerio de Transporte y Comunicaciones había contratado a Zidane, a Ronaldinho y a Fernando Alonso que iban de coche en coche firmando autógrafos y fotografiándose con todos, repartiendo sonrisas. Mi mujer se quejó porque se acordaba que la semana pasada habían fichado a Javier Bardem y a Antonio Banderas... y yo, que suspiraba por Cayetana Guillén Cuervo, Uma Thurman y Nicole Kidman, no veía la hora de que llegara el embotellamiento de la semana que viene, porque estaban anunciadas...

En el puesto de avituallamiento del kilómetro 5, nos bajamos a que nos dieran masajes en los pies y a por los sandwiches, que esta semana eran catalanas de ibérico con tomate. Mientras tanto, los equilibristas, funambulistas, contorsinistas, magos y payasos deleitaban al embotellamiento arrancando ruidosos aplausos al personal. De mala gana observamos que los coches comenzaban a tomar velocidad de nuevo, aunque aún dio tiempo a mojarme la cabeza un par de veces en los puestos-maratón con las esponjas chorreando agua y servidas por gente muy amable vestidas de Red Bull que te animaba y aplaudía para que no desfallecieras.

Cuando llegamos al final, la Guardia Civil nos felicitó y nos dio dos puntos para el carnet. Por último, el funcionario de turno nos condecoraba con la medalla a la paciencia (hoy no era muy importante el atasco y no estaba el alcalde, qué le vamos a hacer), y tras dos horas para recorrer 30 Kms, llegamos a la Selva de Grúas de Nueva Ciudad.

Nada más bajar, dos vendedores nos asaltaron para que compráramos pisos. Uno de ellos nos ofreció un diez por diez en la planta diez, nos daba diez mil y nos dejaba que lo probáramos diez meses, pero el otro mejoró la oferta a doce mil y doce meses. Contraatacó el primero con quince mil y quince meses y el segundo ofreció veinte mil y veinte meses, pero yo les dije que se pusieran de acuerdo y les dejé discutiendo un rato mientras liberaba a Tarzán y los demás que se subieron en seguida a una liana y con un pequeño gran grito de los suyos se despidieron de la familia. Lloramos un litro como es costumbre hacer en las despedidas y regresamos con los vendedores.

- Déjese querer, hombre, le doy el piso, treinta mil y treinta meses.
- Nada, nada o me dan cuarenta mil y cuarenta meses o no se lo compro.

No aceptaron, por supuesto, pero es que no sabía cómo quitármelos de encima.

Volvimos a tiempo de acostarnos dos horas y con otra medalla esta vez impuesta por el alcalde. (Yo me quejé porque iba a llegar tarde al trabajo y me otorgó una bula especial embotellamiento para que la presentara en el trabajo y me dieran un día más de vacaciones pagadas doble. Ya sabéis el que no llora no mama.)

La verdad es que, después de todo, el embotellamiento de esta semana había estado muy bien.